Page 212 - Alvar, J. & Blázquez, J. M.ª (eds.) - Héroes y antihéroes en la Antigüedad clásica
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repugnantes prostitutas y de las abominaciones de la tierra; la mujer
       embriagada con la sangre de los mártires de Jesús...; el emperador es la
      bestia de siete cabezas y diez cuernos que conduce a la mujer...
          Hay un último aspecto en el rescripto de Trajano: el papel desem­
      peñado por el culto imperial en las persecuciones. Plinio en su carta
      hace saber que  cuando  sometía a interrogatorios  a los  cristianos  les
       obligaba a invocar y hacer ofrendas a los dioses y a la imagen del em­
      perador que hacía colocar junto a las estatuas de los dioses. En la res­
      puesta Trajano omite esta alusión a su imago: la prueba de que no son
      cristianos o que reniegan de sus creencias la deben hacer supplicando
      dis nostris. La omisión no es casual, sino que obedece a una política se­
      guida de una manera consciente y sistemática por parte de Trajano.
      Por el mismo epistolario de Plinio sabemos que ya en otras ocasiones
      había rechazado la idea de castigar a quienes se negasen a rendir ho­
      menaje a su imagen. Con ello Trajano quería apartarse de los excesos
      en que había desembocado el culto a la persona del emperador con
      Domiciano. Pero al mismo tiempo es una prueba más, en contra de
      una opinión ampliamente difundida, de que el culto imperial tuvo un
      papel muy secundario en las persecuciones de los cristianos.
          En el plano religioso podemos hablar incluso de liberalismo: Tra­
      jano, a quienes sus cortesanos llamaban corrientemente dominus, evi­
      ta el exceso de culto imperial y practica hacia los cristianos una políti­
      ca mesurada, aunque parcialmente contradictoria.
          En el momento de hacer un balance final resulta evidente que en el
      reinado de Trajano, al igual que ocurrió antes y después, hasta el 249
      con Decio no existió ninguna persecución generalizada contra los cris­
      tianos. Pero Trajano intentó introducir, como emperador «ilustrado»,
      un elemento de racionalidad en las relaciones entre el poder político
      y los cristianos que continuaron sus sucesores. Un elemento de racio­
      nalidad que venía obstaculizado por el fanatismo que muchos cristia­
      nos manifestaban y que estaba avivado por las ideas sobre el empera­
      dor de  que  estaban impregnados  algunos  escritos  cristianos primiti­
      vos, como el Apocalipsis de Juan y por la difundida creencia de que el
      martirio abría directamente las puertas del reino de los cielos.



      O bras  públicas
         Otro aspecto importante de la política «interna» de los emperado­
      res y también elemento definidor de la bondad o maldad de un em­
      perador fueron las obras públicas. Los emperadores romanos habían

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