Page 65 - Alvar, J. & Blázquez, J. M.ª (eds.) - Héroes y antihéroes en la Antigüedad clásica
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histórico, político y social, a través del cual se pudo operar el llamado
«milagro griego», simple expresión de un nuevo modo de entenderse
los hombres a sí mismos, resultado de los rasgos no despóticos de las
nuevas formas de explotación de los recursos vinculadas a la politeía.
En el plano exclusivo de la periodización, sin compartir otros aspec
tos de la concepción expuesta, coincide con ésta la de Henri van Ef-
fenterre, al considerar que, desde el punto de vista de la historia de la
ciudad, la batalla de Maratón, concebida como la puerta de entrada
del clasicismo, podría entenderse más bien como una derrota, pues ya
no volvería a ser posible la recuperación de los rasgos de la civilización
vinculada a una organización política que, para él, halla sus raíces sin
solución de continuidad en la Edad del Bronce2.
De otro lado, entre los méritos del libro de Francois de Polignac3,
que ha sembrado una semilla tan fructífera en los estudios relaciona
dos con los rasgos principales de la ciudad y especialmente con la ciu
dad colonial, no es sin duda el menor el haber arrebatado el protago
nismo exclusivo a las que se consideraban modelo y paradigma de la
ciudad griega, Esparta y Atenas. Ahora está claro que, durante el ar
caísmo, los rasgos que definen la peculiaridad de la ciudad griega se
hallan dispersos y repartidos en múltiples ejemplos, cada uno de los
cuales presenta su propia originalidad, al tiempo que participa de un
modelo genérico donde sólo pueden establecerse las prioridades debi
das a los privilegios de las fuentes conservadas en cada caso. Puede
considerarse, por tanto, que la ciudad se define realmente en el arcaís
mo y fuera de Atenas.
Sin embargo, a pesar de todo, resulta evidente que, en determina
dos campos de los comportamientos humanos, la imagen transmitida
por la ciudad griega se vincula de modo indiscutible a la Atenas del si
glo V. Es lo que ocurre cuando se observa el proceso que lleva de las
prácticas colectivas relacionadas con fiestas estacionales hasta la gran
expresión cívica representada por el teatro, donde la definición de la
comunidad pasa a ser plenamente política. De este modo, si se toma
la expresión «se define» del título en su literalidad reflexiva equivalen
te a la autodefinición consciente, entonces parecería necesario volver
a la imagen clásica, que seguramente lo es con cierta razón, porque es
donde foe más fácil para los hombres de la modernidad encontrar
modelos que, manipulados, pudieran convertirse en punto de referen
cia para las nuevas autodefiniciones renacentistas.
2 La citégrecque. Des origines k la dtfaite de Marathon, París, Hachette, 1985.
3 La naissance de la citég'ecque, París, Editions de la Découverte, 1984.
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