Page 16 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
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LA CASTRACIÓN DE URANO
Comencemos por el Cielo, por Urano, parido por
Gea y semejante en todo a ella. Es clavado a la que lo ha
engendrado, igualito que ella. El Cielo coincide completa
mente con la Tierra. Cada porción de tierra va acompaña
da de un pedazo de cielo que se pega, por así decirlo, a su
piel. A partir del momento en que Gea, una divinidad po
derosa, la Tierra madre, engendra a Urano, que es su ré
plica exacta, su duplicado, su doble simétrico, nos encon
tramos en presencia de una pareja de contrarios, un
macho y una hembra. Urano es el Cielo de la misma ma
nera que Gea es la Tierra. Una vez entra en juego Urano,
Eros tiene otro papel. Ya no es únicamente Gea lo que
produce de sí misma lo que lleva en ella, ni Urano la
que lleva en él, sino que de la conjunción de esas dos fuer
zas nacen unos seres que se diferencian de ambos proge
nitores.
Urano no cesa de desarrollarse en el seno de Gea. El
Urano primordial no tiene más actividad que la sexual:
cubrir a Gea incesantemente, todo lo que puede; no pien
sa en otra cosa, es lo único que hace. La pobre Tierra se
encuentra entonces preñada de una serie de criaturas que
no pueden salir de su seno, que siguen alojadas en el mis
mo lugar en que las ha concebido tras ser fecundada.
Como Cielo no se separa jamás de Tierra, entre los dos no
existe un espacio que permita a sus criaturas, los Titanes,
salir a la luz y tener una existencia autónoma. No pueden
adoptar la forma que les corresponde, no pueden llegar a
ser unos seres individualizados porque están continua
mente comprimidos en el sexo de Gea, de la misma ma
nera que Urano estaba incluido en su seno antes de nacer.
¿Quiénes son los hijos de Gea y Urano? Son, inicial
mente, los seis Titanes y sus seis hermanas, las Titánides.
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