Page 136 - ¿Y si quedamos como amigos?
P. 136
******Created by ebook converter - www.ebook-converter.com******
la oportunidad de jugar. El problema no estaba en su forma de jugar, sino en que los
receptores titulares eran todos más grandes y muy, muy buenos.
No sabía cuánto tiempo duraría mi fidelidad a Levi. Apenas habíamos intercambiado
palabra desde la fiesta. Nos cruzábamos en el pasillo y hacíamos ese gesto con la
barbilla con el que saludas a alguien cuando no te quieres tomar la molestia de pararte
a conversar. Intenté que no me afectara, pero cada día que pasaba me sentía más herida.
De vez en cuando me decía que debía renunciar a él y seguir con mi vida. Ya había
sobrevivido a la ruptura de una gran amistad. Había sobrevivido a algo mucho peor que
la pérdida de un amigo.
Sin embargo, una parte de mí seguía albergando esperanzas.
—¡Vamos, chicos! —gritó Adam cuando el otro equipo anotó un touchdown que les
dio la ventaja diez a siete.
Faltaban menos de dos minutos para que acabara el partido. Sabía que, con un
resultado tan igualado, Levi no saldría a jugar. Sin perder de vista el marcador,
veíamos transcurrir los segundos con lentitud hasta que sólo quedaban treinta para el
final. Empecé a doblar la cobija que tenía en el regazo, preparándome para
encaminarme a la salida.
El juego volvió a captar mi atención cuando oí el sonido de los silbatos. Se estaba
produciendo algún tipo de conmoción y los jueces tiraban los pañuelos al piso.
—¿Qué pasa? —pregunté.
Adam observaba la escena.
—O hay una interferencia o alguien se hizo daño.
Cuando los cuerpos empezaron a separarse, un jugador permaneció en el piso.
Tumbado de espaldas, se sujetaba la rodilla.
El estadio entero guardó silencio cuando el entrenador y su ayudante corrieron hacia
allí para evaluar la situación. Los jugadores lo miraban todo expectantes, seguramente
preocupados por la suerte de su compañero de equipo y también nerviosos ante aquel
recordatorio de su propia fragilidad.
El público se puso a aplaudir cuando el jugador abandonó el campo cojeando,
apoyado en el entrenador.
—Ah, ése era Kyle Jankowski —dijo Adam aplaudiendo con más fuerza.
“Pobre Kyle”, pensé. En aquel momento recordé que Kyle era uno de los receptores.
Eché un vistazo al público y crucé una mirada con la señora Rodgers. No sabía si
estaba bien albergar esperanzas de que llamaran a Levi a expensas de la salud de otro
jugador, pero eso fue lo que pasó.
Levi salió al campo corriendo a un paso ligero.
—¡VAMOS, LEVI! —gritó Adam a viva voz, y me dio unas palmadas en la espalda.
Se me disparó el corazón. No obstante, estaba segura de que aquella reacción no era
******ebook converter DEMO - www.ebook-converter.com*******