Page 83 - ¿Y si quedamos como amigos?
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             —Eh, hermano —dijo Ian interponiéndose entre los dos—. Gracias por invitarnos.
             —Ah, claro, ustedes dos están juntos. Siempre se me olvida. Como no se despega de
          éste —señaló a Levi, que echaba chispas.
             —Keith, ella es Carrie —Levi hizo un gesto en dirección a la chica.

             Por la razón que fuera, Keith se rio.
             —Está bien, ya lo capto —metió la mano en el refrigerador y sacó unos refrescos de
          lata—. Te lo aventaría, Levi, pero a mi mamá no le agradaría nada encontrarse el tapete
          todo manchado.

             Volvió a reírse. Nosotros lo mirábamos imperturbable.
             Agarramos una lata cada uno y nos encaminamos a una esquina de la cocina.
             —Ignóralo —le dije a Levi.
             —Pero si tiene razón. Soy incapaz de atrapar nada al vuelo… excepto las burlas —

          negó con la cabeza.
             Me  puse  de  espaldas  a  Carrie  y  a  Ian.  Sabía  que  a  Levi  le  avergonzaba  su  poca
          habilidad con el balón.
             —Estás mejorando mucho. El otro día, Adam me dijo que habías agarrado el balón

          casi desde la otra punta de la cuadra.
             —Supongo  —repuso  con  un  hilo  de  voz—.  Pero  es  humillante  calentar  banquillo
          partido tras partido.
             —Pensaba que sólo querías jugar futbol para hacer amigos e integrarte un poco más.

             Se encogió de hombros.
             —Pero eso no significa que no quiera jugar.
             —Ya lo sé, pero mira a tu alrededor. Estás en una fiesta y fue Keith el que te invitó.
             —Invitó a todo el mundo.

             —Ya,  pero  al  menos  estás  aquí. Y  te  tomó  el  pelo.  ¿No  es  eso  lo  que  hacen  los
          amigotes?
             —Los amigotes —se rio.
             —Ya  sabes,  la  forma  que  tienen  los  hombres  de  demostrar  afecto.  De  marcar  su

          territorio. Como los perros, que hacen pipí para dejar su marca.
             —No sabes de lo que hablas.
             —Claro que no —reconocí—. Pero ¿verdad que te sientes un poco mejor?
             —Sí, un poquito.

             Le di un codazo amistoso.
             —Pues con eso no me basta. Está claro que mi trabajo no ha terminado. ¿Que si eres
          un tipo rudo? Deja que cuente las maneras.
             —Espera, espera —Levi sacó su celular—. Esto tengo que grabarlo. A lo mejor lo

          pongo como tono.
             Agarré su teléfono y hablé directamente al micro.


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