Page 66 - El libro de San Cipriano : libro completo de verdadera magia, o sea, tesoro del hechicero
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7o. Phul, gobierna las regiones lunares. Su potencia se ex-
tiende a la curación de infinitas enfermedades, cambia todos los
y po-
metales en plata, protege al hombre que navega y da larga
derosa vida.
No olvidar jamás que todo es posible a quien tiene fe y vo-
luntad, y que por el contrario, nada conseguirá quien carezca de
ambas cosas. No hay obstáculos mayores que los que operen el
aturdimiento,
la ligereza, la inconstancia o la frivohdad,
el des-
arreglo y las pasiones desordenadas.
Quien quiera poseer el don de la magia, tiene que ser antes
que todo hombre honrado, virtuoso, constante en sus palabras
y
en sus acciones, firme en todos los trabajos, prudente y avaro so-
lamente de su sabiduría y creyente leal en la empresa que acomete
Hecha, la anterior digresión por considerarla de verdadera
utilidad, pasaremos a tratar de los gnomos.
CAPITULO V
Los gnomos
Tras la especificación hecha de toda clase de espíritus deta-
llando los elementos que pueblan, propiedades y funciones que
tienen encomendadas según sus instintos innatos o impuestos por
el Rey de los Ámbitos, manera de suplicar su concurso en nuestras
empresas mágicas, etc., vamos a tratar ahora de otros seres tam-
bién espirituales pero que, desligados en todo de los anteriores,
forman una nueva legión y obran y accionan con libertad abso-
luta en relación a los demás.
Gnomos, es el nombre de estos espíritus y están definidos por
Arbatel en los anales de la magia, para conocimiento de sus se-
cuaces del siguiente modo: los espíritus guardadores de tesoros,
íntim.os a la humanidad, de la cual forman parte integrante, son
invulnerables a nuestros encantamientos más sutiles.
Esta acotación, escrita de puño y lera del gran Arbatel, ha
sido generalmente mal interpretada en una de sus partes más sig-
nificativas, debido a la poca ciencia comprensiva de los genios que
han tratado tan escabrosa rama del saber, y es, en lo relativo al
principio del versículo antes mencionado, pues debo advertir que
las sentencias y máximas inscritas en el Libro Rojo, obra maestra
de Arbatel, está en árabe y doy la traducción para aquellos que,
no impuestos en los secretos de este arcano, no puedan por sí so-
los, a la voz de un conjuro, hacerse con el original, libro raro, es-
crito en hojas de pergamino, que Olympiadoro y Sinesio ensayaron
en balde de copiar, por la sencilla razón de que a medida que escri-
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