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No obstante, los cambios de significado son un fenómeno poco frecuente debido
                                                  n los riesgos de confusión que podríru1 entraúar. Los aspectos que, por el contrario,
                                                  parecen muy variables eo la escritura provienen del tratamiento personal que el
                                                  escriba imprime sobre los signos, algo que en la actualidad denominaríamos su estilo
                                                  •J su «mano>>.  En  la mayoría de los casos esta voluntad creativa, o esta moda, no
                                                  ~fecta en absoluto en la morfología general de una familia de letras o tle un alfabeto.
                                                  Precisamente es la comÍln observancia de la morfologí<l esendal por parte de todos
                                                  los  calígrafos ue una época determinarla lo que nos permite en la actualidad leer
                                                  estos textos sin demasiada dificultad. La escritura será tanto más legible cuanto su
                                                  dspecto exterior re!leje más estrechamente y sin vacilación su pertenencia a una
                                                  familia bien cleftnida de letras, por ejemplo de aspecto redondo, estrecho o CJuebrado.
                                                  Por otro lado, aun cuando hnyan seguido un mismo aprendizaje y CISimilado  los
                                                  mismos modelo, no toc..los los escribas trazan ~us letras del mismo modo. Sin duda
                                                  sus respectivos trazados no diferirán mucho en cuanto a los elementos generales,
                                                  pero estas particularidades tienden a ser más marcadas en la morfología de los signos
                                                  cuando su  cl~1ctus está formado por varios trazos, como ilustramos a continuación:



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                                                    Cuando el escriba respeta las particularidades tlel sistema que está en vigor en
                                                  su época, aumentan para el lector las posibilidades de datación del documento que
                                                  exrunina. Destacamos aquí el interés que ofrece el  conocimiento de la morfología
                                                  para situar un texto en el tiempo. Sin embargo, datar con precisión una caligrafía es
                                                  una ardua tarea. Cuando es necesario justificar una fecha, observamos que a menudo
                                                  los detalles sobre los que se apoya la tesis guardan mucha relación con elementos
                                                  ajenos a la escritura; se recurre por lo general a lctias capitulares ornan1entadas,
                                                  cuando éstas se hallan presentes, a decoraciones marginales o a letras iniciales.
                                                  Como podemos imaginar, si bien el estudio morfológico permile abordar la cuestión
                                                  de la datación, éste no deja de ser un procedimiento emp[rico o insuficiente. El lector
                                                  que quiera profundizar en su examen deberá hacer intervenir otros elementos,
                                                  corno el ángulo de escritura o el  ductus, sin lo cual correría el riesgo de llegar a
                                                  conclusiones erróneas, pues los textos caligrafiados en un mjsmo tipo de escritura
                                                  pueden pertenecer a épocas muy alejadas entre sí.



                                                  El  ángulo de escritw·a
                                                  Esta noción se refiere a la  posición en la que se sitúa el mstrumento del escriba con
                                                  respecto a la pauta que sigue la línea ele escritura. Si bien esta definición  parece
                                                  simple y evidente, se revela insuficiente. Veremos,. en efecto, que el ángulo del
                                                  instrumento no siempre coincide con el ángulo que forma el  perfil  más fino.
                                                  Esto se explica por la utilización de una pluma cuyo bisel no está tajado en recto,
                                                  sino sesgado hacia la derecha. Se trata pues de dos realidades bien distintas: por
                                                  un lado el  eje definido por el instrumento de escritura y, por otro, la dirección





                                                      NOC IO NES  PI\ELIMINIIRES
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