Page 162 - El Retorno del Rey
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entrábamos en el quinto día cuando he aquí que de pronto, en las tinieblas de
Mordor, renació mi esperanza; porque en aquella oscuridad el Ejército de las
Sombras parecía cobrar fuerzas, transformarse en una visión todavía más
terrible. Algunos marchaban a caballo, otros a pie, y sin embargo todos
avanzaban con la misma prodigiosa rapidez. Iban en silencio, pero un resplandor
les iluminaba los ojos. En las altiplanicies de Lamedon se adelantaron a nuestras
cabalgaduras, y nos rodearon, y nos habrían dejado atrás si Aragorn no los
hubiera retenido.
» A una palabra de él, volvieron a la retaguardia. —Hasta los espectros de los
hombres le obedecen —pensé—. ¡Tal vez puedan aún servir a sus propósitos!
» Cabalgamos durante todo un día de luz, y al día siguiente no amaneció, y
continuamos cabalgando, y atravesamos el Ciril y el Ringló; y el tercer día
llegamos a Linhir, sobre la desembocadura del Gilrain. Y allí los habitantes del
Lamedon se disputaban los vados con las huestes feroces de Umbar y de Harad
que habían llegado remontando el río. Pero defensores y enemigos abandonaron
la lucha a nuestra llegada, y huyeron gritando que el Rey de los Muertos había
venido a atacarlos. El único que conservó el ánimo y nos esperó fue Angbor,
Señor de Lamedon, y Aragorn le pidió que reuniese a los hombres y nos
siguieran, si se atrevían, una vez que el Ejército de las Sombras hubiese pasado.
» —En Pelargir, el Heredero de Isildur tendrá necesidad de nosotros —dijo.
» Así cruzamos el Gilrain, dispersando a nuestro paso a los fugitivos aliados de
Mordor; luego descansamos un rato. Pero pronto Aragorn se levantó, diciendo: —
¡Oíd! Minas Tirith ya ha sido invadida. Temo que caiga antes que podamos llegar
a socorrerla. —Así pues, no había pasado aún la noche cuando ya estábamos otra
vez en las sillas, galopando a través de los llanos del Lebennin, esforzando las
cabalgaduras.
Legolas se interrumpió un momento, suspiró, y volviendo la mirada al sur
cantó dulcemente:
¡De plata fluyen los ríos del Celos al Erui
en los verdes prados del Lebennin!
Alta crece la hierba. El viento del Mar
mece los lirios blancos.
Y las campánulas doradas caen del
mallos y el alfirim,
en el viento del Mar,
en los verdes prados del Lebennin.
» Verdes son esos prados en las canciones de mi pueblo; pero entonces
estaban oscuros: un piélago gris en la oscuridad que se extendía ante nosotros. Y a
través de la vasta pradera, pisoteando a ciegas las hierbas y las flores,
perseguimos a nuestros enemigos durante un día y una noche, hasta llegar como