Page 166 - El Retorno del Rey
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armas, ya no os mováis de aquí y soportéis un asedio tras otro, ya avancéis para
ser aniquilados al otro lado del río. Sólo os queda elegir entre dos males; y la
prudencia aconsejaría reforzar las defensas, y esperar el ataque; así podréis
prolongar un poco el tiempo que os resta.
—¿Propones entonces que nos retiremos a Minas Tirith, o a Dol Amroth, o al
Sagrario, y que nos sentemos allí como niños sobre castillos de arena mientras
sube la marea? —dijo Imrahil.
—No habría en tal consejo nada nuevo —dijo Gandalf—. ¿No es acaso lo que
habéis hecho, o poco más, durante los años de Denethor? ¡Pero no! Dije que eso
sería lo prudente. Yo no aconsejo la prudencia. Dije que la victoria no podía ser
conquistada con las armas. Confío aún en la victoria, ya no en las armas. Porque
en todo esto cuenta el Anillo de Poder: el sostén de Barad-dûr y la esperanza de
Sauron.
» Y de este asunto conocéis todos bastante como para entender en qué
situación estamos, así como Sauron. Si reconquista el Anillo, vuestro valor es
vano, y la victoria de él será rápida y definitiva: tan definitiva que nadie puede
saber si terminará alguna vez, mientras dure este mundo. Y si el Anillo es
destruido, Sauron caerá; y tan baja será su caída que nadie puede saber si
volverá a levantarse algún día. Pues habrá perdido la mejor parte de la fuerza
que era innata en él en un principio, y todo cuanto fue creado o construido con
ese poder se derrumbará, y él quedará mutilado para siempre, convertido en un
mero espíritu maligno que se atormenta a sí mismo en las tinieblas, y nunca más
volverá a crecer y a tener forma. Y así uno de los grandes males de este mundo
habrá desaparecido.
» Otros males podrán sobrevenir, porque Sauron mismo no es nada más que
un siervo o un emisario. Pero no nos atañe a nosotros dominar todas las mareas
del mundo, sino hacer lo que está en nuestras manos por el bien de los días que
nos ha tocado vivir, extirpando el mal en los campos que conocemos, y dejando
a los que vendrán después una tierra limpia para la labranza. Pero que tengan sol
o lluvia, no depende de nosotros.
» Ahora Sauron sabe todo esto, y sabe además que el tesoro perdido ha sido
encontrado otra vez, aunque ignora todavía dónde está, o al menos eso
esperamos. Y una duda lo atormenta. Porque si lo tuviésemos, hay entre nosotros
hombres fuertes que podrían utilizarlo. También eso lo sabe. Pues ¿me equivoco,
Aragorn, al pensar que te mostraste a él en la Piedra de Orthanc?
—Lo hice antes de partir de Cuernavilla —respondió Aragorn—. Consideré
que el momento era propicio, y que la Piedra había llegado a mis manos para
ese fin. Hacía entonces diez días que el Portador del Anillo había salido de
Rauros, rumbo al este, y pensé que era necesario atraer al Ojo de Sauron fuera
de su propio país. Pocas veces, demasiado pocas ha sido desafiado desde que se
retiró a la Torre. Aunque si hubiera previsto la rapidez con que respondería