Page 371 - El Retorno del Rey
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años. Denethor la amaba, a su manera, más que a nadie, salvo al mayor de los
      hijos  que  ella  le  había  dado.  Pero  les  pareció  a  los  hombres  que  Finduilas
      languidecía en la ciudad guardada, como una flor de los valles del mar sobre una
      roca estéril. La sombra del este la llenaba de horror, y volvía la mirada siempre
      al sur, hacia el mar por el que sentía nostalgia.
        Después  de  la  muerte  de  Finduilas,  Denethor  se  volvió  más  lóbrego  y
      silencioso  que  antes,  y  permanecía  sentado  a  solas  largas  horas  en  la  torre,
      meditando,  previendo  que  el  ataque  de  Mordor  se  produciría  antes  de  que  él
      muriera.  Se  creyó  después  que,  en  busca  de  conocimiento,  pero  orgulloso,  y
      pensando que tenía la fuerza de voluntad suficiente, había osado mirar la palantír
      de la Torre Blanca. Ninguno de los Senescales se había atrevido a esto antes, ni
      siquiera los reyes Eärnil y Eärnur después de la caída de Minas Ithil, cuando la
      palantír de Isildur llegó a manos del Enemigo; porque la Piedra de Minas Tirith
      era  la  palantír  de  Anárion,  la  que  estaba  en  más  estrecho  acuerdo  con  la  que
      poseía Sauron.
        De este modo Denethor tuvo gran conocimiento de las cosas que sucedían en
      el  reino  y  de  las  de  mucho  más  allá  de  las  fronteras,  y  los  hombres  se
      maravillaban,  pero  pagó  caro  este  conocimiento,  pues  envejeció
      prematuramente  combatiendo  con  la  voluntad  de  Sauron.  Entonces  el  orgullo
      creció en Denethor junto con la desesperación, hasta que vio en todos los hechos
      de aquel tiempo sólo un único combate entre el Señor de la Torre Blanca y el
      Señor  de  la  Barad-dûr,  y  desconfiaba  de  todos  cuantos  oponían  resistencia  a
      Sauron, a no ser que lo sirviesen sólo a él.
        Así  llegó  el  tiempo  de  la  Guerra  del  Anillo,  y  los  hijos  de  Denethor  se
      hicieron hombres. Boromir, el mayor en cinco años, era el preferido del padre y
      semejante  a  él  en  facciones  y  orgullo,  pero  no  en  mucho  más.  Parecía  un
      hombre de la especie del Rey Eärnur de antaño, pues no tomaba esposa y sólo
      las armas lo deleitaban; audaz y fuerte, no le interesaba el conocimiento, salvo el
      de las historias de las batallas antiguas. Faramir, el más joven, era como él en
      aspecto,  pero  distinto  de  mente.  Leía  en  el  corazón  de  los  hombres  con  tanta
      penetración como su padre, y lo que en ellos leía lo movía a la piedad antes que
      al desprecio. Era de porte gentil, y un amante de la ciencia y de la música, por lo
      que muchos en aquellos días juzgaban su coraje menor que el de su hermano.
      Pero  no  era  así,  salvo  en  que  no  buscaba  la  gloria  en  el  peligro  sin  propósito.
      Recibía complacido a Gandalf cuando éste visitaba la Ciudad, y aprendía de él lo
      que podía; y en esto, como en muchos otros asuntos, desagradaba a su padre.
        No obstante, un gran amor unía a los hermanos, y los había unido desde la
      infancia,  cuando  Boromir  era  el  auxilio  y  el  protector  de  Faramir.  No  había
      habido desde entonces celos ni rivalidad entre ellos, ni por el favor del padre, ni
      por la alabanza de los hombres. No le parecía a Faramir que nadie en Gondor
      pudiera  convertirse  en  rival  de  Boromir,  heredero  de  Denethor,  Capitán  de  la
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