Page 377 - El Retorno del Rey
P. 377
sabiduría élfica, y en los ojos llevaba una luz que cuando se encendía pocos eran
capaces de soportar. El rostro era triste y severo a causa del destino que pesaba
sobre él, pero siempre conservaba viva una esperanza en el fondo del corazón,
del que la alegría brotaba a veces como un manantial de una roca.
Y aconteció que cuando Aragorn tenía cuarenta y nueve años de edad, retornó
de los peligros en los oscuros confines de Mordor, donde ahora Sauron moraba
otra vez consagrado al mal. Estaba muy fatigado y anhelaba volver a Rivendel y
descansar algún tiempo antes de emprender nuevos viajes a los paises lejanos; y
en camino llegó a las fronteras de Lórien, y fue admitido por la Dama Galadriel
en la tierra escondida.
Él lo ignoraba, pero también Arwen Undómiel se encontraba allí, pasando
otra vez una temporada con los parientes de su madre. Había cambiado muy
poco, porque los años mortales no la habían tocado; pero tenía el semblante más
grave, y rara vez se la oía reír. Pero Aragorn había alcanzado la plena madurez
de cuerpo y de mente, y Galadriel le rogó que se despojara de las raídas ropas
de caminante, y lo vistió de plata y de blanco, con un manto gris élfico, y una
gema brillante en la frente. Entonces, superior a los hombres de todas las
especies, parecía más semejante a un Señor de los Elfos de las Islas del Oeste. Y
así fue como lo volvió a ver por primera vez Arwen después de la larga
separación; y mientras avanzaba hacia ella bajo los árboles de Caras Galadon
cargados de flores de oro, Arwen hizo su elección y su destino quedó sellado.
Entonces, durante toda una estación, pasearon juntos por los claros de
Lothlórien, hasta que llegó para él la hora de volver a partir. Y en la Noche de
Pleno Verano, Aragorn hijo de Arathorn, y Arwen hija de Elrond fueron a la
hermosa colina de Cerin Amroth, en el corazón del país, y caminaron descalzos
sobre la hierba inmortal entre las elanor y las niphredil que florecían en torno. Y
desde allí, desde lo alto de la colina miraron al este hacia la Sombra y al oeste
hacia el Crepúsculo; y se juraron eterna fidelidad y fueron felices.
Y Arwen dijo: —Oscura es la Sombra y sin embargo mi corazón se regocija;
porque tú, Estel, estarás entre los grandes cuyo valor habrá de destruirla.
Pero Aragorn respondió: —¡Ay!, no puedo preverlo, y cómo eso podría
ocurrir es un misterio para mí. Pero con tu esperanza, esperaré. Y rechazo la
Sombra para siempre. Pero tampoco, Dama, es para mí el Crepúsculo; porque
soy mortal, y si tú, Estrella de la Tarde, te unes a mí, también tendrás que
renunciar al Crepúsculo.
Y ella quedó entonces inmóvil y silenciosa como un árbol blanco, con la
mirada perdida en el oeste, y dijo al fin: —A ti me uniré, Dúnedan y me alejaré
del Crepúsculo. Aunque aquella es la tierra de mi gente y la morada secular de
todos los de mi raza. —Arwen amaba entrañablemente a su padre.