Page 379 - El Retorno del Rey
P. 379
desplegó el estandarte de Arwen en la batalla de los Campos del Pelennor, y ese
día fue por primera vez aclamado como Rey. Y por fin, cuando todo hubo
terminado, entró en posesión de la herencia de los antepasados y recibió la
corona de Gondor y el cetro de Arnor; y en el Día del Solsticio de Verano del año
de la Caída de Sauron tomó la mano de Arwen Undómiel, y fueron desposados
en la Ciudad de los Reyes.
La Tercera Edad terminó así con victoria y esperanza; pero uno de los más
tristes en medio de todos los dolores de aquella Edad fue la separación de Elrond
y Arwen, porque era el Mar el que los separaba, y un destino más allá del fin del
mundo. Cuando el Gran Anillo fue destruido, y los Tres quedaron despojados de
todo poder, Elrond, cansado al fin, abandonó la Tierra Media para nunca más
regresar. Pero Arwen había elegido ser una mujer mortal, y su destino no quiso
sin embargo que muriese antes de haber perdido todo lo que había ganado.
Como Reina de los Elfos y de los Hombres, vivió con Aragorn durante ciento
veinte años de gloria y de ventura; pero al fin Aragorn sintió que se acercaba a la
vejez, y supo que los días de aquella larga vida estaban terminando. Entonces le
dijo a Arwen: —Al fin, Dama Estrella de la Tarde, la más hermosa de este
mundo y la más amada, mi mundo empieza a desvanecerse. Y bien: hemos
recogido y hemos gastado, y ahora se aproxima el momento de pagar.
Arwen sabía muy bien lo que él pensaba hacer, pues lo había presentido
hacía largo tiempo; y a pesar de todo, el dolor la abrumó:
—¿Querrías, entonces, mi señor, abandonar antes de tiempo a los tuyos que
viven de tu palabra? —dijo.
—No antes de mi tiempo —respondió él—. Si no parto ahora, pronto tendré
que hacerlo por la fuerza. Y Eldarion nuestro hijo es un hombre ya maduro."
Entonces, fue a la Casa de los Reyes en la Calle del Silencio, y se tendió en el
largo lecho que le habían preparado. Allí le dijo adiós a Eldarion y le puso en las
manos la corona alada de Gondor y el cetro de Arnor; y entonces todos se
retiraron excepto Arwen, y allí se quedó junto al lecho de Aragorn. Y no obstante
la gran sabiduría de su linaje, no pudo dejar de suplicarle que se quedara todavía
por algún tiempo. Aún no estaba cansada de los días y ahora sentía el sabor
amargo de la mortalidad que ella misma había elegido.
—Dama Undómiel —dijo Aragorn—, dura es la hora sin duda, pero ya
estaba señalada el día en que nos encontramos bajo los abedules blancos en el
jardín de Elrond, donde ya nadie pasea. Y en la Colina de Cerin Amroth cuando
tú y yo rechazamos la Sombra y renunciamos al Crepúsculo, aceptamos este
destino. Reflexiona un momento, mi bienamada y pregúntate si en verdad
preferirías que esperara a la muerte, y verme caer del trono achacoso y
decrépito. Oh Dama, soy el último de los Númenóreanos y el último Rey de los
Días Antiguos; y a mí me ha sido concedida no sólo una vida tres veces más
larga que la de los hombres de la Tierra Media, sino también la gracia de