Page 380 - El Retorno del Rey
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abandonarla voluntariamente, y de restituir el don. Ahora, por lo tanto, me voy a
      dormir.
        » No  te  diré  palabras  de  consuelo,  porque  para  semejante  dolor  no  hay
      consuelo dentro de los confines de este mundo; a ti te toca una última elección:
      arrepentirte  y  partir  hacia  los  Puertos  llevándote  contigo  hacia  el  oeste  el
      recuerdo de los días que hemos vivido juntos, un recuerdo que allí será siempre
      verde,  pero  sólo  un  recuerdo;  o  de  lo  contrario  esperar  el  Destino  de  los
      Hombres.
        —No, amado señor —dijo ella—, esa elección ya no existe desde hace largo
      tiempo.  No  hay  más  navíos  que  puedan  conducirme  hasta  allí,  y  tendré  en
      verdad que esperar el Destino de los Hombres, lo quiera o no lo quiera. Pero una
      cosa he de decirte, Rey de los Númenóreanos: hasta ahora no había comprendido
      la historia de tu pueblo y la de su caída. Me burlaba de ellos, considerándolos
      tontos y malvados, mas ahora los compadezco al fin. Porque si en verdad éste es,
      como dicen los Eldar, el don que el Uno concede a los hombres, es en verdad un
      don amargo.
        —Así  parece  —dijo  él—.  Pero  no  nos  dejemos  abatir  en  la  prueba  final,
      nosotros que otrora renunciamos a la Sombra y al Anillo. Con tristeza hemos de
      separarnos, mas no con desesperación. ¡Mira! No estamos sujetos para siempre
      a los confines del mundo, y del otro lado hay algo más que recuerdos. ¡Adiós!
        —¡Estel,  Estel!  —exclamó  Arwen,  y  mientras  le  tomaba  la  mano  y  se  la
      besaba, Aragorn se quedó dormido. Y de pronto, se reveló en él una gran belleza,
      una  belleza  que  todos  los  que  más  tarde  fueron  a  verlo  contemplaron
      maravillados, porque en él veían unidas la gracia de la juventud y el valor de la
      madurez, y la sabiduría y la majestad de la vejez. Y allí yació largo tiempo, una
      imagen del esplendor de los Reyes de los Hombres en la gloria radiante anterior
      al desgarramiento del mundo.
        Pero Arwen salió de la Casa y la luz se le había extinguido en los ojos, y a los
      suyos les pareció que se había vuelto fría y gris como un anochecer de invierno
      que llega sin una estrella. Entonces dijo adiós a Eldarion, y a sus hijas, y a todos
      aquellos  a  quienes  había  amado;  y  abandonó  la  Ciudad  de  Minas  Tirith  y  se
      encaminó al país de Lorien, y allí vivió sola bajo los árboles que amarilleaban
      hasta  que  llegó  el  invierno.  Galadriel  había  desaparecido  y  también  Celeborn
      había partido, y el país estaba silencioso.
        Y allí por fin, cuando caían las hojas de mallorn pero no había llegado aún la
      primavera,  se  acostó  a  descansar  en  lo  alto  de  Cerin  Amroth;  y  allí  estará  la
      tumba  verde,  hasta  que  el  mundo  cambie,  y  los  días  de  la  vida  de  Arwen  se
      hayan borrado para siempre de la memoria de los hombres que vendrán luego, y
      la elanor y la niphredil no florezcan más al este del Mar.
        Aquí  termina  esta  historia,  tal  como  ha  llegado  a  nosotros  desde  el  sur;  y
      después de la desaparición de Estrella de la Tarde nada más se dice en este libro
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