Page 62 - El Retorno del Rey
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legión de espectros. Aragorn desmontó, y de pie junto a la Piedra, gritó con voz
potente:
—Perjuros ¿a qué habéis venido?
Y se oyó en la noche una voz que le respondió, desde lejos:
—A cumplir el juramento y encontrar la paz.
Aragorn dijo entonces:
—Por fin ha llegado la hora. Marcharé en seguida a Perlargir en la ribera del
Anduin, y vosotros vendréis conmigo. Y cuando hayan desaparecido de esta
tierra todos los servidores de Sauron, consideraré como cumplido vuestro
juramento, y entonces tendréis paz y podréis partir para siempre. Porque yo soy
Elessar, el heredero de Isildur de Gondor.
Dicho esto, le ordenó a Halbarad que desplegase el gran estandarte que había
traído; y he aquí que era negro, y si tenía alguna insignia, no se veía en la
oscuridad. Entonces se hizo el silencio; ni un murmullo ni un suspiro volvió a oírse
en toda aquella larga noche. La compañía acampó en las cercanías de la piedra,
aunque los hombres, atemorizados por los espectros que los cercaban, casi no
durmieron.
Pero cuando llegó la aurora, pálida y fría, Aragorn se levantó; y guió a la
compañía en el viaje más precipitado y fatigoso que ninguno de los hombres,
salvo él mismo, había conocido jamás; y sólo la indomable voluntad de Aragorn
los sostuvo e impidió que se detuvieran. Nadie entre los mortales hubiera podido
soportarlo, nadie excepto los Dúnedain del Norte, y con ellos Gimli el enano y
Legolas de los elfos.
Pasaron por el Desfiladero de Tarlang y desembocaron en Lamedon,
seguidos por el Ejército de los Espectros y precedidos por el terror. Y cuando
llegaron a Calembel, a orillas del Ciril, el sol descendió como sangre en el oeste,
detrás de los picos lejanos del Pinnath Gelin. Encontraron la ciudad desierta y los
vados abandonados, pues muchos de los habitantes habían partido a la guerra, y
los demás habían huido a las colinas ante el rumor de la venida del Rey de los
Muertos. Y al día siguiente no hubo amanecer, y la Compañía Gris penetró en las
tinieblas de la Tempestad de Mordor, y desapareció a los ojos de los mortales;
pero los Muertos los seguían.