Page 65 - El Retorno del Rey
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queda al menos una noche de paz! ¡En marcha!
En la oscuridad creciente descendieron al fondo del valle. Allí, el Río Nevado
corría cerca de la pared occidental. Y el sendero los llevó pronto a un vado donde
las aguas murmuraban sonoras sobre las piedras. Había una guardia en el vado.
Cuando el rey se acercó muchos hombres emergieron de entre las sombras de
las rocas; y al reconocerlo, gritaron con voces de júbilo:
—¡Théoden Rey! ¡Théoden Rey! ¡Vuelve el Rey de la Marca!
Entonces uno de ellos sopló un cuerno: una larga llamada cuyos ecos
resonaron en el valle. Otros cuernos le respondieron, y en la orilla opuesta del río
aparecieron unas luces.
De improviso, desde gran altura, se elevó un gran coro de trompetas;
sonaban, se hubiera dicho, en algún sitio hueco, como si las diferentes notas se
unieran en una sola voz que vibraba y retumbaba contra las paredes de piedra.
Así el Rey de la Marca retornó victorioso del Oeste, y en el Sagrario, al pie
de las Montañas Blancas, estaban acantonadas las fuerzas que quedaban de su
pueblo; pues no bien se enteraron de la llegada del rey, los capitanes partieron a
encontrarlo en el vado, llevándole mensajes de Gandalf. Dúnhere, jefe de las
gentes del Valle Sagrado, iba a la cabeza.
—Tres días atrás, al amanecer, Señor —dijo—, Sombragris llegó a Edoras
como un viento del oeste, y Gandalf trajo noticias de vuestra victoria para
regocijo de todos nosotros. Pero también nos trajo vuestra orden: que
apresuráramos el acantonamiento de los jinetes. Y entonces vino la Sombra
alada.
—¿La Sombra alada? —dijo Théoden—. También nosotros la vimos, pero eso
fue en lo más profundo de la noche, antes que Gandalf nos dejase.
—Tal vez, Señor —dijo Dúnhere—. En todo caso la misma, u otra semejante,
una oscuridad que tenía la forma de un pájaro monstruoso, voló esta mañana
sobre Edoras, y todos los hombres se estremecieron. Porque se lanzó sobre
Meduseld, y cuando estaba ya casi a la altura de los tejados, oímos un grito que
nos heló el corazón. Fue entonces cuando Gandalf nos aconsejó que no nos
reuniéramos en la campiña, y que viniéramos a encontraros aquí, en el valle al
pie de los montes. Y nos ordenó no encender hogueras o luces innecesarias. Es lo
que hicimos. Gandalf hablaba con autoridad. Esperamos que esto sea lo que vos
hubierais querido. Ninguna de estas criaturas nefastas ha sido vista aquí en el
Valle Sagrado.
—Está bien —dijo Théoden. Ahora iré al Baluarte, y allí, antes de recogerme
a descansar, me reuniré con los mariscales y los capitanes. ¡Que vengan a
verme lo más pronto posible!