Page 70 - El Retorno del Rey
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Cayó la noche, y en el oeste las cumbres apenas visibles de las montañas se
nimbaron de estrellas, pero en el este el cielo estaba oscuro y vacío. Las hileras
de piedras desaparecieron lentamente; pero más allá, más negra que las tinieblas
se agazapaba la sombra amenazante del Dwimor.
—Los Senderos de los Muertos —murmuró Merry—. ¿Los Senderos de los
Muertos? ¿Qué ocurre? Ahora todos me han abandonado. Todos han partido a
algún destino último: Gandalf y Pippin a la guerra en el Este; y Sam y Frodo a
Mordor; y Trancos con Legolas y Gimli a los Senderos de los Muertos. Pero
pronto me llegará el turno a mí también, supongo. Me pregunto de qué estarán
hablando, y qué se propone hacer el rey. Porque ahora tendré que seguirlo a
donde vaya.
En medio de estos sombríos pensamientos recordó de pronto que tenía mucha
hambre, y se levantó para ir a ver si alguien más en ese extraño campamento
sentía lo mismo. Pero en ese preciso instante sonó una trompeta, y un hombre
vino a invitarlo, a él, Merry, escudero del rey, a sentarse a la mesa del rey.
En el fondo del pabellón había un espacio pequeño, aislado del resto por
colgaduras bordadas y recubierto de pieles; allí, alrededor de una pequeña mesa,
estaba sentado Théoden con Éomer y Eowyn, y Dúnhere, señor del Valle
Sagrado. Merry esperó de pie junto al asiento del rey, que parecía ensimismado;
al fin el anciano se volvió a él y le sonrió.
—¡Vamos, maese Meriadoc! le dijo. No vas a quedarte ahí de pie. Mientras
yo esté en mis dominios, te sentarás a mi lado, y me aligerarás el corazón con tus
cuentos.
Hicieron un sitio para el hobbit a la izquierda del rey, pero nadie le pidió que
contase historias. Y en verdad hablaron poco, y la mayor parte del tiempo
comieron y bebieron en silencio, pero al fin Merry se decidió e hizo la pregunta
que lo atormentaba.
—Dos veces ya, Señor, he oído nombrar los Senderos de los Muertos. ¿Qué
son? ¿Y a dónde ha ido Trancos, quiero decir, el Señor Aragorn?
El rey suspiró, pero la pregunta de Merry quedó sin respuesta hasta que por
último Éomer dijo:
—No lo sabemos, y un gran peso nos oprime el corazón. Sin embargo, en
cuanto a los Senderos de los Muertos, tú mismo has recorrido los primeros
tramos. ¡No, no pronuncio palabras de mal augurio! El camino por el que hemos
subido es el que da acceso a la Puerta, allá lejos, en el Bosque Sombrío. Pero lo
que hay del otro lado, ningún hombre lo sabe.
—Ningún hombre lo sabe —dijo Théoden; sin embargo, la antigua leyenda,
rara vez recordada en nuestros días, tiene algo que decir. Si esas viejas historias
transmitidas de padres a hijos en la Casa de Eorl cuentan la verdad, la Puerta que