Page 71 - El Retorno del Rey
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se abre a la sombra del Dwimor conduce a un camino oculto que corre bajo la
montaña hacia una salida olvidada. Pero nadie se ha aventurado jamás a ir hasta
allí y desentrañar esos secretos, desde que Baldor, hijo de Brego, traspuso la
Puerta y nunca más se lo vio entre los hombres. Pronunció un juramento
temerario, mientras vaciaba el cuerno en el festín que ofreció Brego para
consagrar el palacio de Meduseld, en ese entonces recién construido; y nunca
llegó a ocupar el alto trono del que era heredero.
» La gente dice que los Muertos de los Años Oscuros vigilan el camino y no
permiten que ninguna criatura viviente penetre en esas moradas secretas; pero de
tanto en tanto se los ve a ellos: franquean la Puerta como sombras y descienden
por el camino de las piedras. Entonces los moradores del Valle Sagrado atrancan
las puertas y tapian las ventanas y tienen miedo. Pero los Muertos salen rara vez
y sólo en tiempo de gran inquietud y de muerte inminente.
—Sin embargo —observó Éomer en voz muy baja—, se dice en el Valle
Sagrado que hace poco, en las noches sin luna, pasó por allí un gran ejército
ataviado con extrañas galas. Nadie sabía de dónde venían pero subieron por el
camino de las piedras y desaparecieron en la montaña, como si se encaminaran
a una cita.
—¿Por qué entonces Aragorn fue por ese camino? —preguntó Merry—. ¿No
tenéis ninguna explicación?
—A menos que a ti te haya confiado cosas que nosotros no hemos oído —dijo
Éomer—, nadie en la tierra de los vivos puede ahora adivinar qué se propone.
—Lo noté muy cambiado desde que lo vi por primera vez en la casa del rey
—dijo Eowyn—: más endurecido, más viejo. A punto de morir, me pareció,
como alguien a quien los Muertos llaman.
—Tal vez lo llamaran —dijo Théoden—, y me dice el corazón que no lo
volveré a ver. Sin embargo es un hombre de estirpe real y de elevado destino. Y
que esto mitigue tus pesares, hija, ya que tanto te aflige la suerte de este huésped:
se dice que cuando los Eorlingas descendieron del Norte y remontaron el curso
del Nevado en busca de lugares seguros donde guarecerse en momentos de
necesidad, Brego y su hijo Baldor subieron por la Escalera del Baluarte y así
llegaron a la Puerta. En el umbral estaba sentado un anciano decrépito, de edad
incontable en años; había sido alto y majestuoso, pero ahora estaba seco como
una piedra vieja. Y en verdad por una piedra lo tomaron, porque no se movía ni
pronunció una sola palabra hasta que pretendieron dejarlo atrás y entrar. Y
entonces salió de él una voz, una voz que parecía venir de las entrañas de la
tierra, y oyeron, estupefactos, que hablaba en la lengua del Oeste: El camino está
cerrado.
» Entonces se detuvieron, y al observarlo vieron que aún estaba vivo; pero no
los miraba. El camino está cerrado, volvió a decir la voz. Lo hicieron los Muertos,
y los Muertos lo guardan, hasta que llegue la hora. El camino está cerrado.