Page 75 - El Retorno del Rey
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Desde las colinas del Folde Este de vuestro reino vi cómo se levantaba e invadía
el cielo poco a poco, y durante toda la noche, mientras yo cabalgaba, venía atrás
devorando las estrellas. Ahora la nube se cierne sobre toda la región, desde aquí
hasta las Montañas de la Sombra; y se oscurece cada vez más. La guerra ha
comenzado.
Luego de un momento de silencio, el rey habló.
—De modo que ha llegado el fin —dijo—: la gran batalla de nuestro tiempo,
en la que tantas cosas habrán de perecer. Pero al menos ya no es necesario
seguir ocultándose. Cabalgaremos en línea recta, por el camino abierto, y con la
mayor rapidez posible. La revista comenzará en seguida, sin esperar a los
rezagados. ¿Tenéis en Minas Tirith provisiones suficientes? Porque si hemos de
partir ahora con la mayor celeridad, no podemos cargarnos en demasía, salvo los
víveres y el agua necesarios para llegar al lugar de la batalla.
—Tenemos abundantes reservas, que hemos ido acumulando —respondió
Hirgon—. ¡Partid ahora, tan ligeros y tan veloces como podáis!
—Entonces, Éomer, ve y llama a los heraldos —dijo Théoden—. ¡Que los
jinetes se preparen!
Éomer salió; pronto las trompetas resonaron en el Baluarte, y muchas otras
les respondieron desde abajo; pero las voces no eran vibrantes y límpidas como
las que oyera Merry la noche anterior; le parecieron sordas y destempladas en el
aire espeso; un sonido bronco y ominoso.
El rey se volvió a Merry.
—Maese Meriadoc, parto a la guerra —le dijo—. Dentro de un momento me
pondré en camino. Te eximo de mi servicio, mas no de mi amistad.
Permanecerás aquí, y si lo deseas estarás al servicio de la Dama Eowyn, quien
gobernará el pueblo en mi ausencia.
—Pero… pero Señor —tartamudeó Merry—, os he ofrecido mi espada. No
deseo separarme así de vos, Rey Théoden. Todos mis amigos se han ido a
combatir, y si no pudiera hacerlo también yo, me sentiría abochornado.
—Es que nuestros caballos son altos y veloces —replicó Théoden—, y por
muy grande que sea tu corazón, no podrás montarlos.
—Pues bien, atadme al lomo de uno de ellos, o dejadme ir colgado de un
estribo, o algo así —dijo Merry—. El trayecto es largo para que os siga
corriendo, pero si no puedo cabalgar correré, aunque me gaste los pies y llegue
con varias semanas de atraso. Théoden sonrió.
—Antes que eso te llevaría en la grupa de Crinblanca —dijo—. Pero al
menos cabalgarás conmigo hasta Edoras, y verás el palacio de Meduseld; pues