Page 80 - El Retorno del Rey
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El Sitio de Gondor
D espertado por Gandalf, Pippin abrió los ojos. Había velas encendidas en el
aposento, pues por las ventanas sólo entraba una pálida luz crepuscular; el aire
era pesado, como si se avecinara una tormenta.
—¿Qué hora es? —preguntó Pippin, bostezando.
—La hora segunda ha pasado le respondió Gandalf. Tiempo de que te
levantes y te pongas presentable. Has sido convocado por el Señor de la Ciudad,
para instruirte acerca de tus nuevos deberes.
—¿Y me servirá el desayuno?
—¡No! De eso me he ocupado yo: y no tendrás más hasta el mediodía. Han
racionado los víveres.
Pippin miró con desconsuelo el panecillo minúsculo y « la mezquina» , pensó,
« redondela de manteca, junto a un tazón de leche aguada» .
—¿Por qué me trajiste aquí? —preguntó.
—Lo sabes demasiado bien —dijo Gandalf—. Para alejarte del mal. Y si no
te agrada, recuerda que tú mismo te lo buscaste.
Pippin no dijo más.
Poco después recorría de nuevo en compañía de Gandalf el frío corredor que
conducía a la puerta de la Sala de la Torre. Allí, en una penumbra gris, estaba
sentado Denethor, « como una araña vieja y paciente» , pensó Pippin; parecía
que no se hubiese movido de allí desde la víspera. Le indicó a Gandalf que se
sentara, pero a Pippin lo dejó un momento de pie, sin prestarle atención. Al fin el
viejo se volvió hacia él.
—Bien, maese Peregrin, espero que hayas aprovechado a tu gusto el día de
ayer. Aunque temo que en esta ciudad la mesa sea bastante más austera de lo
que tú desearías.
Pippin tuvo la desagradable impresión de que la mayor parte de lo que había
dicho o hecho había llegado de algún modo a oídos del Señor de la Ciudad, y que
además muchos de sus pensamientos eran conocidos por todos. No respondió.
—¿Qué querrías hacer a mi servicio?
—Pensé, Señor, que vos me señalaríais mis deberes.
—Lo haré, una vez que conozca tus aptitudes —dijo Denethor—. Pero eso lo
sabré quizá más pronto teniéndote a mi lado. Mi paje de cámara ha solicitado
licencia para enrolarse en la guarnición exterior, de modo que por un tiempo
ocuparás su lugar. Me servirás, llevarás mensajes, y conversarás conmigo, si la
guerra y las asambleas me dejan algún momento de ocio. ¿Sabes cantar?
—Sí —dijo Pippin—. Bueno, sí, bastante bien para mi gente. Pero no tenemos