Page 85 - El Retorno del Rey
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pasaban bajo la lámpara de la arcada vio el rostro pálido de Faramir y se quedó
sin aliento. Era el rostro de alguien que asaltado por un miedo terrible o una
inmensa angustia ha conseguido dominarse y recobrar la calma. Orgulloso y
grave, se detuvo un momento a hablar con el guardia, y Pippin, que no le quitaba
los ojos de encima, vio hasta qué punto se parecía a su hermano Boromir, a quien
él había querido desde el principio, admirando la hidalguía y la bondad del gran
hombre. De pronto, sin embargo, en presencia de Faramir, un sentimiento
extraño que nunca había conocido antes, le embargó el corazón. Este era un
hombre de alta nobleza, semejante a la que por momentos viera en Aragorn,
menos sublime quizá pero a la vez menos imprevisible y remota: uno de los
Reyes de los Hombres nacido en una época más reciente, pero tocado por la
sabiduría y la tristeza de la Antigua Raza. Ahora sabía por qué Beregond lo
nombraba con veneración. Era un capitán a quien los hombres seguirían
ciegamente, a quien él mismo seguiría, aun bajo la sombra de las alas negras.
—¡Faramir! —gritó junto con los otros—. ¡Faramir! Y Faramir, advirtiendo
el acento extraño del hobbit entre el clamor de los hombres de la ciudad, se dio
vuelta, y lo miró estupefacto.
—¿Y tú de dónde vienes? —le preguntó—. ¡Un mediano, y vestido con la
librea de la Torre! ¿De dónde…?
Pero en ese momento Gandalf se le acercó y habló:
—Ha venido conmigo desde el país de los medianos —dijo—. Ha venido
conmigo. Pero no nos demoremos aquí. Hay mucho que decir y mucho por
hacer, y tú estás fatigado. Él nos acompañará. En realidad, tiene que
acompañarnos, pues si no olvida más fácilmente que yo sus nuevas obligaciones,
dentro de menos de una hora ha de tomar servicio con su señor. ¡Ven, Pippin,
síguenos!
Así llegaron por fin a la cámara privada del Señor de la Ciudad. Alrededor de un
brasero de carbón de leña, habían dispuesto asientos bajos y mullidos; y trajeron
vino; y allí Pippin, cuya presencia nadie parecía advertir, de pie detrás del
asiento de Denethor, escuchaba con tanta avidez todo cuanto se decía que olvidó
su propio cansancio.
Una vez que Faramir hubo tomado el pan blanco y bebido un sorbo de vino,
se sentó en uno de los asientos bajos a la izquierda de su padre. Un poco más
alejado, a la derecha de Denethor, estaba Gandalf, en un sillón de madera
tallada; y al principio parecía dormir. Pues en un comienzo Faramir habló sólo de
la misión que le había sido encomendada diez días atrás; y traía noticias del
Ithilien y de los movimientos del enemigo y sus aliados; y narró la batalla del
camino, en la que los hombres de Harald y la bestia descomunal que los
acompañaba fueran derrotados: un capitán que comunica a un superior sucesos