Page 87 - El Retorno del Rey
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haber actuado mal. —Miró a su padre.
—¿Mal? gritó Denethor, y de pronto los ojos le relampaguearon. ¿Por qué lo
preguntas? Los hombres estaban bajo tu mando. ¿O acaso me pides que juzgue
todo lo que haces? Tu actitud es humilde en mi presencia; pero hace tiempo ya
que te has desviado de tu camino y desoyes mis consejos. Has hablado con tacto
y desenvoltura, como siempre; pero ¿crees que no he visto por ventura que tenías
los ojos fijos en Mithrandir, tratando de saber si decías lo que era preciso o más
de lo conveniente? Es él quien se ha adueñado de tu corazón desde hace mucho
tiempo.
» Hijo mío, tu padre está viejo, pero aún no chochea. Todavía soy capaz de
ver y de oír, igual que antes; y poco de cuanto has dicho a medias o callado es un
secreto para mí. Conozco la respuesta de muchos enigmas. ¡Ay, ay, mi pobre
Boromir!
—Si lo que he hecho os desagrada, padre mío —dijo con calma Faramir—,
hubiera deseado conocer vuestro pensamiento antes que se me impusiera el peso
de tamaña decisión.
—¿Acaso eso te habría hecho cambiar de parecer? —dijo Denethor—. Estoy
seguro de que te habrías comportado de la misma manera. Te conozco bien.
Siempre quieres parecer noble y generoso como un rey de los tiempos antiguos,
amable y benévolo. Una actitud que cuadraría tal vez a alguien de elevado linaje,
si es poderoso y si gobierna en paz. Pero en los momentos desesperados, la
benevolencia puede ser recompensada con la muerte.
—Pues que así sea —dijo Faramir.
—¡Que así sea! —gritó Denethor—. Pero no sólo con tu muerte, Señor
Faramir: también con la de tu padre, y la de todo tu pueblo, a quien tendrías que
proteger ahora que Boromir se ha ido.
—¿Desearías entonces —dijo Faramir— que yo hubiese estado en su lugar?
—Sí, lo desearía, sin duda —dijo Denethor. Porque Boromir era leal para
conmigo, no el discípulo de un mago. En vez de desperdiciar lo que le ofrecía la
suerte, hubiera recordado que su padre necesitaba ayuda. Me habría traído un
regalo poderoso.
La reserva de Faramir pareció ceder entonces un momento.
—Os rogaría, padre mío, que recordéis por qué fui yo al Ithilien, y no él. En
una oportunidad al menos, y no hace de esto mucho tiempo, prevaleció vuestra
decisión. Fue el Señor de la Ciudad quien le confió a Boromir esa misión.
—No remuevas la amargura de la copa que yo mismo me he preparado —
dijo Denethor—. ¿Acaso no la he sentido ya muchas noches en la lengua,
previendo que lo peor está aún en el fondo? Como ahora lo compruebo por cierto.
¡Ojalá no fuera así! ¡Ojalá ese objeto hubiese llegado a mi poder!
—¡Consuélate! —dijo Gandalf—. En ningún caso te lo hubiera traído
Boromir. Está muerto, y ha tenido una muerte digna: ¡que descanse en paz! Pero