Page 77 - El Retorno del Rey
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delante de las largas filas de rostros que esperaban, severos e impasibles. Pero
cuando ya habían llegado casi al extremo de la fila, un hombre le echó al hobbit
una mirada rápida y penetrante. « Un hombre joven» , pensó Merry al
devolverle la mirada, « más bajo de estatura y menos corpulento que la
mayoría» . Reparó en el fulgor de los claros ojos grises, y se estremeció, pues se
le ocurrió de pronto que era el rostro de alguien que ha perdido toda esperanza y
va al encuentro de la muerte. Continuaron descendiendo por el camino gris,
siguiendo el curso del Río Nevado que se precipitaba sobre las piedras, y
atravesaron las aldeas del Bajo del Sagrario y de Nevado Alto, donde muchos
rostros tristes de mujeres los miraban pasar desde los portales sombríos; y así, sin
cuernos ni arpas ni música de voces humanas, la gran cabalgata hacia el Este
comenzó con el tema que aparecería en las canciones de Rohan durante muchas
generaciones:
Del Sagrario sombrío en la mañana lóbrega
parte con escudero y capitán el hijo de Tbengel
hacia Edoras. Las brumas amortajan
el palacio de los Guardianes de la Marca,
las tinieblas envuelven las columnas de oro.
Adiós, saluda a las gentes libres,
el hogar, el trono, los sitios sagrados
de las celebraciones en los tiempos de luz.
Avanza el rey: atrás el miedo
y adelante el destino. Leal y fiel,
todos los juramentos serán cumplidos.
Avanza Théoden. Cinco noches y cinco días
hacia el Este galopan los Eorlingas: seis mil lanzas
en el Folde, la Frontera de los Pantanos y el Finen,
camino al Sunlendin, a Mundburgo, la fortaleza
de los reyes del mar al pie del Mindolluin,
sitiada por el enemigo, cercada por el fuego.
El Destino los llama. La Oscuridad se cierra
y aprisiona caballo y caballero: los golpes lejanos
de los cascos se pierden en el silencio:
así cuentan las canciones.
Y en verdad la oscuridad continuaba aumentando cuando el rey llegó a
Edoras, aunque apenas era el mediodía. Allí hizo un breve alto para fortalecer el
ejército con unas tres veintenas de jinetes que llegaban con atraso a la leva.
Luego de haber comido se preparó para reanudar la marcha, y se despidió
afectuosamente de su escudero. Merry le suplicó por última vez que no lo
abandonase.
—Este no es viaje para un animal como Stybba, ya te lo he dicho —respondió
Théoden—. Y en una batalla como la que pensamos librar en los campos de