Page 69 - El Retorno del Rey
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desgastadas, algunas inclinadas, otras caídas, algunas rotas o resquebrajadas;
parecían hileras de dientes viejos y ávidos. Se preguntó qué podían significar;
esperaba que el rey no tuviese la intención de seguirlas hasta la oscuridad del otro
lado. De pronto notó que había tiendas y barracas junto al camino de las piedras,
y al borde de la escarpada, como si las hubieran agrupado evitando la cercanía
de los árboles, y casi todas ellas estaban a la derecha del camino, donde
Firienfeld era más ancho; a la izquierda se veía un campamento pequeño, y en el
centro se elevaba un pabellón. En ese momento un jinete les salió al paso desde
aquel lado, y la comitiva se desvió del camino.
Cuando se acercaron, Merry vio que el jinete era una mujer de largos
cabellos trenzados que resplandecían en el crepúsculo; sin embargo, llevaba un
casco y estaba vestida hasta la cintura como un guerrero, y ceñía una espada.
—¡Salve, Señor de la Marca! exclamó. Mi corazón se regocija con vuestro
retorno.
—¿Y cómo estás tú, Eowyn? —dijo Théoden—. ¿Todo ha marchado bien?
—Todo bien —respondió ella. Pero a Merry le pareció que la voz desmentía
las palabras, y hasta pensó que ella había estado llorando, si esto era posible en
alguien de rostro tan austero—. Todo bien. Fue un viaje agotador para la gente,
arrancada de improviso de sus hogares; hubo palabras duras, pues hacía tiempo
preparados, pues he tenido noticias recientes de vos, y hasta conocía la hora de
vuestra llegada.
—Entonces Aragorn ha venido —dijo Éomer—. ¿Está todavía aquí?
—No, se ha marchado —dijo Eowyn desviando la mirada y contemplando
las montañas oscuras en el este y el sur.
—¿A dónde? —preguntó Éomer.
—No lo sé —respondió ella—. Llegó en la noche y ayer por la mañana
volvió a partir, antes que asomara el sol sobre las montañas. Se ha ido.
—Estás afligida, hija —dijo Théoden—. ¿Qué ha pasado? Dime, ¿habló de
ese camino? —Señaló a lo lejos las ensombrecidas hileras de piedras que
conducían al Monte Dwimor—. ¿Habló de los Senderos de los Muertos?
—Sí, Señor —dijo Eowyn—. Y desapareció en las sombras de donde nadie
ha vuelto. No pude disuadirlo. Se ha marchado.
—Entonces nuestros caminos se separan —dijo Éomer—. Está perdido.
Tendremos que partir sin él, y nuestra esperanza se debilita.
Lentamente y en silencio atravesaron el terreno de matorrales y pastos cortos
que los separaban del pabellón del rey. Merry comprobó que en verdad todo
estaba pronto, y que ni a él lo habían olvidado. Junto al pabellón del rey habían
levantado una pequeña tienda; allí el hobbit se sentó a solas observando las idas y
venidas constantes de los hombres que entraban a celebrar consejo con el rey.