Page 384 - La Traición de Isengard
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extensa vista.
—No obstante, todo el tiempo se acercan a las montañas y al bosque, donde
la esperanza de ayudar a nuestros amigos fracasará —dijo Gimli.
Espoleados por este pensamiento, los compañeros reanudaron la marcha a
toda velocidad en la oscuridad, adentrándose en la noche. Habían recorrido
medio camino por entre las lomas cuando Trotter ordenó un alto. La luna
creciente brillaba con fuerza.
—¡Mirad! —exclamó—. Hasta los orcos deben detenerse a veces. —Ante
ellos había un amplio círculo pisoteado, y las marcas de muchos fuegos pequeños
se podían ver bajo el abrigo de un cerro bajo—. Creo que pararon alrededor del
mediodía —dijo Trotter—. No se puede decir cuánto tiempo esperaron, pero
ahora no se encuentran a muchas horas por delante. Ojalá no tuviéramos que
parar; pero hemos recorrido muchas y largas leguas desde la última vez que
dormimos, y quizá mañana todos necesitemos nuestras fuerzas si por fin nos
topamos con nuestros enemigos.
Antes del amanecer, los compañeros reanudaron la persecución. Tan pronto
como se elevó el sol y la luz creció subieron a las lomas y otearon el terreno. Ya
se podían ver los lindes sombríos de Fangorn, y detrás, brillando tenuemente, la
cabeza blanca de Methen Amon, el último gran pico de las Montañas Nubladas.
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Desde el bosque fluía el río hasta su encuentro. Legolas miró alrededor,
girando la vista de oeste a sur. Allí, sus penetrantes ojos de elfo vieron como una
sombra en el verde distante, una oscura mancha en movimiento.
—Hay gente tanto detrás como delante —dijo, señalando a lo lejos, más allá
del río.
Trotter apoyó la oreja en la tierra, y había silencio en los campos vacíos, sólo
se oía el aire que se movía entre la hierba.
—Jinetes —anunció Trotter, levantándose—, muchos jinetes avanzando
deprisa. No podemos escapar en esta tierra agreste y desnuda. Lo más probable
es que se trate de una hueste de los Rohiroth que ha cruzado el gran vado en el
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Vado de los Ent. Pero no sé qué parte van a desempeñar los Amos de los
Caballos ni a qué lado sirven. Sólo nos queda esperar lo mejor. [459]
Los compañeros apresuraron la marcha hacia el extremo de las lomas.
Detrás de ellos ahora se podía oír el batir de muchos cascos. Envolviéndose con
las capas, se sentaron sobre un montículo verde próximo al rastro de los orcos y
esperaron. Los jinetes se acercaban, cabalgando como el viento. Los gritos de
voces fuertes y claras llegaron siguiendo la brisa. De repente, aparecieron con un
ruido como de truenos: una larga fila que cabalgaba libre, aunque muchos en
parejas, pero siguiendo el rastro orco, o eso parecía, pues los jefes marchaban
muy inclinados, escudriñando el terreno mientras corrían. Sus caballos eran de
gran alzada…