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Algunos usan el término iglesias hijas para hablar de iglesias que han plantado. Si re-
lacionamos esto con la vida del ser humano, encontramos que la fertilidad de una mu-
jer llega a su apogeo entre los 16-26 años, y comienza a menguar a partir de los 30 años.
Se sostiene que:
•A los 30 años de edad, el 75% de las mujeres llegan a embarazarse dentro de un año,
y el 91% dentro los cuatro años.
•A los 35 años de edad, el 66% llegan a embarazarse dentro de un año, y el 84% dentro
los cuatro años.
•A los 40 años de edad, el 44% llegan a embarazarse dentro de un año, y el 64% dentro
cuatro años.
Podemos concluir que el tiempo de fertilidad es breve y que es trascendental apro-
vechar ese tiempo.
De la misma manera sucede con la iglesia. No hay que esperar mucho. Los años, los
días, y las horas pasan. Es hoy y ahora que debemos planificar el nacimiento de la
futura generación de iglesias.
Otro tema clave es saber el tiempo adecuado para liberar a las iglesias hijas. Si otra
vez lo relacionamos con la vida natural, pensemos que un hijo no puede estar en casa
de sus padres toda la vida, necesita libertad para desarrollar su propia familia, para
seguir el ritmo de la vida. En cuanto a la iglesia, sostengo que si se apresura este paso
peligra la vida, pero tomarse mucho tiempo es delicado para la vida reproductiva.
La iglesia debe desarrollarse, reproducirse. Cada iglesia tiene que plantar una iglesia,
cada pastor preparar pastores y cada miembro reproducirse en otro miembro. En el
ADN de cada iglesia, desde el principio de su plantación, debe estar la necesidad de
ser generadora de iglesias; ese es su enfoque y su propósito, reproducirse.
Los creyentes disponemos un tiempo limitado de vida y de servicio. La iglesia tam-
bién tiene vida, por eso debe generar otra iglesia para no morir como entidad. La
iglesia debe reproducirse desde sus inicios, cuando aún es una congregación joven,
porque si no lo hace en ese tiempo, cada vez su poder de reproducción menguará.
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