Page 98 - Tratado sobre las almas errantes
P. 98
Si nos basáramos sólo en la estricta justicia, sería posible “pagar” el sufrimiento que un pecador
masivo causó a miles o millones de seres humanos. Sería posible, porque la cuantía de la
satisfacción de Cristo siempre sería infinita. Entendido así el purgatorio, nadie tendría por qué
permanecer en él si Dios “paga”.
Pero si el purgatorio es sanación de las deformidades, requiere necesariamente del factor
tiempo. Ni siquiera Dios puede violentar el proceso de comprensión a través del sufrimiento, el
sufrimiento propio como elemento necesario para entender el dolor de otros.
Pero si el purgatorio es sanación, su duración ya no depende de la sola voluntad de Dios,
sino del tipo de acogida que el alma haga a las gracias que reciba en ese tiempo de purificación. Ese
tipo de acogida (que depende de la iniquidad que se contenga en esa alma) será lo que imprima una
determinada velocidad a ese proceso. Proceso que, en algunos casos, puede ser extremadamente
lento y doloroso, por más que la gracia de Dios ayude de un modo generoso.
Si el purgatorio es así (yo así lo creo), entonces la Justicia y la sanación se dan la mano. En
el purgatorio hay verdadera Justicia, en la medida perfecta, en la duración perfecta, aunque sólo se
pretenda ayudar a esa persona, sanar las deformidades de su alma.
Dicho todo lo cual, ahora, podemos intentar responder a la pregunta de si un pecador masivo
puede entrar de inmediato en el cielo a través de una indulgencia plenaria: la respuesta es no.
Traspasado cierto nivel de iniquidad, cuando el alma se torna verdaderamente mala, y esa
maldad se consolida, cuando se ha hecho tanto daño (lo cual daña a la propia alma en esa misma
medida), entonces una gratia gratum faciens no puede lograr de golpe rehacer la deformidad de
forma instantánea. Puede otorgar, inmediatamente, el arrepentimiento, el dolor de los pecados, el
amor a Dios. Pero para ser sanado se requiere colaboración paciente, prolongada en el tiempo y
dolor para entender.
Esto mismo sucede con la vida en la tierra. Si Dios pudiera hacer alguien santo por su sola
voluntad, ¿por qué no hacer santos a todos de una sola vez nada más nacer y llevarlos al cielo?
Sobre este tema he escrito con más amplitud en mi libro Historia del mundo angélico. Dios puede
crear seres libres, pero no puede obligarles al amor. Para que el amor surja y se desarrolle, se
requiere tiempo, un tiempo de prueba.
Lo que es válido para el amor en el estado de viadores (es decir, la necesidad del factor
tiempo) es válido también para los que se purifican (también ellos necesitan tiempo). Así que un
pecador masivo tendrá que estar en el purgatorio el tiempo preciso. ¿Es ese tiempo largo? La
respuesta es clara: será tan largo cuanto se precise. En mi opinión, algunas almas tendrán que
permanecer durante siglos. Pues la actitud de esos pecadores masivos, al principio, nada más salir
del cuerpo, será muy deficiente. ¿Por qué? Porque están muy deformados. Eso imprimirá,
lógicamente, una velocidad muy lenta de purificación al principio.
En mis pensamientos se nota una cierta dialéctica entre ciertos elementos que suponen las
columnas de toda esta cuestión. Si insistimos mucho en una de esas columnas, parece que hacemos
de menos a la Omnipotencia de Dios. Si insistimos mucho en otra columna, el purgatorio parece ser
98