Page 94 - Tratado sobre las almas errantes
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que el de algunos condenados en el infierno. La primera diferencia era que esos “infiernos” sobre la
tierra eran temporales. La segunda diferencia es que las pobres víctimas no eran sujetos llenos de
rabia, y, por lo tanto, en ellos había un mayor o menor grado de resignación y paz.
Lo dicho acerca de que es un mismo fuego el que atormenta a los condenados en el infierno y a
algunos de los que están en el estado de purificación, tiene repercusiones en nuestra concepción del
purgatorio. Pues en los estratos inferiores del purgatorio, los sufrimientos pueden ser infernales. Y,
además, éstos pueden no saber que no están condenados eternamente. Lo terrible para algunas
almas errantes es pensar que seguirán en ese estado para siempre. Esto significa que también hay
personas en la tierra tan llenos de iniquidad que sufren en su alma ese fuego. Ya ahora sobre la
tierra hay personas que su alma está abrasándose con fuego del infierno.
Otra consecuencia de lo dicho es que hay viadores que aquí en la tierra son colocados en
pequeños infiernos (campos de concentración, gulags, prisiones norcoreanas de reeducación, etc.),
pero un alma inocente si está en paz, si está llena de amor, aun colocada en mitad de un
microinfierno, será librada de que ese fuego penetre en su corazón. Estará en medio del infierno (de
un microinfierno creado por verdaderos demonios-hombres), pero no sufrirá ese fuego. Como los
jóvenes lanzados al horno en el Libro de Daniel, sentirán tristeza, sentirán dolor, llorarán y sufrirán
mucho, pero serán preservados de ese fuego inmaterial que es lo peor del inframundo. No digo que
no sufran en ese microinfierno, sufrirán, sí; pero serán preservados de lo verdaderamente definitorio
del infierno. Mientras que sus carceleros, sus verdugos, llevarán ese fuego aunque estén en mitad de
una bella ciudad, de un prado o en el hogar con su familia.
¡Qué impresionante paradoja! Esos hombres-demonio llevarán dentro de su pecho el abrasador
fuego del infierno aun estando en mitad de un bello y agradable hogar. Mientras que las víctimas
inocentes no sufrirán ese fuego ni colocados en mitad del infierno.
En el purgatorio común, la mayoría de los que se purifican sufren de un modo sereno, con amor
y esperanza. Algunos de ellos sí que sufren de un modo más acervo, porque hicieron sufrir a los
demás. Pero en el limbo de las almas perdidas se sufre con desesperanza, y por eso es una morada
tan distinta del purgatorio común. En el purgatorio común, esencialmente hay que purificarse. En el
limbo de las almas perdidas, esencialmente hay que comprender. Comprender para doblegarse,
comprender para comenzar a limpiar la propia alma.
Algunos teólogos insistirán que el carácter de eternidad imprime a ese fuego un carácter de
sufrimiento cualitativamente distinto. Y que por tanto son dos fuegos esencialmente diversos. Pero
démonos cuenta de que un determinado viador (que finalmente se salvará) puede sufrir más a causa
de los pecados que “carga” su alma, que otro individuo que ya está en el infierno. El sufrimiento
concreto de ese viador ahora mismo, puede ser superior al sufrimiento de un réprobo determinado
en ese mismo momento. Precisamente porque ese viador es bueno y siente que sus pecados le
queman. Un santo (que todavía es viador) puede sufrir más por sus pecados cometidos, que un
réprobo que se dice a sí mismo que todo da igual. El santo sobre la tierra puede llegar al paroxismo
del dolor en un momento dado. Mientras que el réprobo puede, en un momento dado, sentir que
tiene que tranquilizarse y vivir lo mejor posible en el estado en el que se encuentra.
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