Page 89 - Tratado sobre las almas errantes
P. 89
Sección 5
La gracia y la determinación definitiva
En esta obra, el camino a través del cual hemos abordado este problema sobre la determinación
definitiva, ha sido el de un enfoque antropológico. Por supuesto, existe otro camino totalmente
diverso de abordar el entero problema, que es el de la gracia divina. La determinación definitiva en
los condenados se podría explicar sencillamente por el hecho de que Dios les deja de enviar gracias
para su conversión. Resulta comprensible por qué los bienaventurados, una vez vista la esencia de
Dios, no pueden volver a pecar.
Pero no resulta tan claro qué razón puede haber para que los condenados no puedan arrepentirse
de sus pecados. La donación o no de la gracia de Dios, sin duda, podría explicar esto. Si Dios deja
de dar gracias, no es posible llevar a cabo ningún acto de arrepentimiento.
El problema viene de que, aunque, de hecho, el Todopoderoso deja de dar su gracia a los
condenados, Dios únicamente deja de dar su gracia cuando la voluntad del hombre se cierra
completamente al Padre Eterno. Con lo cual nos encontramos con un problema tautológico, que es
el que supuso el desarrollo de toda la polémica De auxiliis. Verdaderamente, esta cuestión es una
serpiente que se muerde la cola a nivel lógico.
De todas maneras, el sentido común nos advierte de que la acción divina es posterior: Dios
cierra completamente el grifo de las gracias tras el “no” absoluto de la criatura. En la acción de
salvar, la acción divina es anterior: Dios envía la gracia y la persona ama a Dios. En la acción de
condenar, la acción divina es posterior: sólo cuando la persona se cierra de forma perfecta, Dios
deja de enviar la gracia. ¿Por qué decíamos que esta cuestión es como una serpiente que se muerde
la cola? Porque Dios siempre podría decir: Hagamos un último intento, envíemos otra gracia.
Resulta comprensible que aquí hayamos enfocado este problema desde el lado psicológico del
humano del sujeto. Pues desde el lado de Dios, solamente podemos comprobar que es un misterio:
la realidad de la omnipotencia divina unida al enigma de por qué un Ser Todopoderoso decide no
conceder más gracias a uno de sus hijos. Además, enfocarlo todo desde el lado de Dios para la
teoría intermediacionista no supondría ningún cambio en la esencia del problema, pues Dios bien
puede dejar de dar las gracias en un momento o en otro, tras la muerte o un tiempo después.
Bien es cierto que si todo dependiera de la gracia, si todo dependiera sólo y exclusivamente de
Dios –y sabemos que no es así-, entonces no haría ninguna falta ningún tiempo intermedio para que
la persona se determinara. Dios sería el que determinase con su gracia si uno se salva a o no. La
gracia sería el criterio absoluto y definitivo, sin necesidad de que concurrieran otras
consideraciones. Pero eso significaría retornar a entender la condenación eterna esencialmente
como una sentencia externa, como una decisión extrínseca al hombre. Merecida, sí, pero externa.
Merecida en cuanto que sin la gracia pecamos y nos alejamos de Dios. Pero externa en cuanto que
la esencia del problema dependería en esa perspectiva, en última instancia, del otorgar o no la gracia
89