Page 93 - Tratado sobre las almas errantes
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Sección 8

                           El fuego del infierno y del purgatorio es

                         esencialmente igual, diverso en intensidad



                Santo Tomás de Aquino escribe: idem ignis sit qui damnatos cruciat in inferno, et qui justos in
            Purgatorio purgat. Summa Theologica, supl. 97, 5. En mi opinión, el sufrimiento en el infierno y en
            el purgatorio es igual en cuanto al quod y distinto en cuanto al quomodo. Dios no envía torturas, ni
            suplicios, ni a los que se purifican ni a los réprobos. El castigo en ambos estados (de condenación y
            de purificación) es la ausencia de Dios. Unos, en el infierno, sufren ya sin esperanza y sin amor, y
            los  otros  (en  el  purgatorio  común)  sufren  con  esperanza  y  amor.  En  los  estratos  inferiores  del
            purgatorio (para las almas perdidas) el sufrimiento puede ser mucho más acerbo, nada apacible.

                El fuego del infierno no es un fuego material. Las almas son espíritus, y a los espíritus no les
            afecta ni el fuego, ni el frío, ni el hambre. Podemos hablar del fuego como un modo poético de
            referirnos al sufrimiento que abrasa al alma por el dolor y la rabia de los propios pecados. En ese
            sentido,  es  correcto  afirmar  que  uno  mismo  es  el  fuego  en  ambos  estados  escatológicos,  en  el
            infierno y en el purgatorio. Varía la intensidad, pero el fuego es el mismo.


                En las almas más perfectas, ese fuego será mucho más leve, no será un fuego atormentador.
            Mientras  que  en  las  almas  que  se  hallen  en  los  estratos  inferiores  del  purgatorio,  el  dolor  será
            intensísimo. Cuanto más se desciende en la escala de estados del purgatorio, el fuego se asemeja
            cada vez más al fuego (=sufrimiento) infernal. Si bien, el fuego del infierno es mucho más intenso.
            Porque lo que abrasa de un modo peor a las almas en ese estado es la certeza de que ese dolor del
            alma será eterno. Sufrir con rabia (condenados) es distinto a sufrir simplemente con pena (almas
            perdidas). Sufrir sin saber si ese sufrimiento será eterno es distinto a saber que será eterno. Aunque,
            sin duda, hay almas en el infierno que se engañan, pensando que, al final, habrá una especie de
            puerta escapatoria. Y, por otra parte, hay almas perdidas tan desesperadas que están convencidas de
            que nunca saldrán de ese estado.

                Alguno puede pensar que el dolor del infierno, al ser eterno, es cualitativamente diverso. Pero
            pensemos en dos personas a las que les duele una muela. A un sujeto le dolerá únicamente durante
            dos días enteros, al otro sujeto le dolerá toda la vida. Mientras ambos sufren el dolor de muelas,
            ¿ese dolor concreto que sienten es diverso? La respuesta es no. La intensidad orgánica del dolor
            puede ser la misma, pero no es igual el sujeto receptor del dolor, no se recibe de igual manera.

                Esto  nos  lleva  a  entender  que  aquí  en  la  tierra,  ya  hay  personas  que  padecen  sufrimientos
            infernales, sufrimientos perfectamente infernales. Esto es válido incluso para las víctimas, y así hay
            individuos  que  han  construido  pequeños  infiernos  sobre  la  tierra,  como  los  campos  de
            concentración. El sufrimiento para las víctimas de un campo de concentración podía ser el mismo


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