Page 54 - Orestiada. Agamenón. Las Coéforas. Las Euménides
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ORESTIADA

                blecen los papeles a desempeñar en la estructura de la casa. Así,
                Clitemnestra se transforma en una Erinia cuando toma vengan-
                za por la muerte de Ifigenia. Si bien desde el mismo ejercicio
                de la potestad militar, familiar y religiosa a Agamenón no le
                quedaba otra solución más que sacrificar a su propia hija, Ifige-
                nia, para que las tropas pudieran continuar el camino hacia la
                guerra contra Troya, en el fondo yace la eterna premisa de que
                es necesario satisfacer la sangre familiar derramada, hecho que le
                corresponde en este caso a Clitemnestra, pues con ello también
                en cierto modo se justifica la presencia y el actuar de Egisto, y se
                cobra la infidelidad de su esposo, quien lleva a Casandra como
                amante a su propia morada.  Este último hecho, sin embargo,
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                no es registrado ni reflexionado por Clitemnestra en relación
                con la situación que ella ha estado viviendo, en ausencia del rey,
                a su vez como amante de Egisto. Empero, al asesinato cometido
                por la reina no le falta justicia desde la perspectiva del clan por
                lo que concierne a Ifigenia, pues, como hemos visto, persiste
                y es aceptada la vieja costumbre de lavar la sangre con sangre.
                No obstante, el grave matiz radica en que tal hecho se da en el
                ámbito cerrado de la familia, lo cual obedece estrictamente a la
                ley del clan y no de la polis, lo que, además, parece perpetuar la
                secuencia de los asesinatos intrafamiliares. Tal como sucederá
                con el inexorable actuar de Orestes, Clitemnestra se vio obligada
                por el destino para convertirse en una Erinia; a Orestes, en cam-
                bio, Apolo lo impele a la venganza. Entonces, la gran diferencia
                entre madre e hijo es la voluntad individual que empuja a una
                y somete al otro.


                  94  Cf. Posner 1983, pp. 217-224.

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