Page 95 - Brugger Karl Crnica de Akakor
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los Ugha Mongulala o de interrumpir las relaciones. De las siete tribus, seis
decidieron continuar en sus antiguos territorios tribales. Únicamente la Tribu de los
Comedores de Serpientes acompañó a mi pueblo al interior de las residencias
subterráneas. Fue recibida con todos los honores y a su caudillo le fue ofrecido un
asiento en el consejo supremo como muestra de gratitud por su lealtad hacia los
Ugha Mongulala y hacia el legado de los Dioses.
La retirada está completa. Los Servidores Escogidos se retiraron a las residencias
subterráneas para esperar el regreso de los Dioses. Entonces sus corazones
descansaron. Y hablaron a sus hijos sobre los días del pasado y sobre la gloria de
los Dioses, sobre los poderosos magos que crearon las montañas y los valles, las
aguas y la tierra. Le hablaron sobre los señores del cielo que son de la misma
sangre y tienen el mismo padre.
Desde que los Servidores Escogidos se retiraron a las residencias subterráneas en
el año 12.452 (1971), únicamente 5.000 guerreros permanecen en el exterior.
Éstos cultivan los campos, introducen las cosechas, e informan además al consejo
sobre el avance de los Blancos Bárbaros. Pero les ha sido prohibido luchar.
Cuando el enemigo aparece, ellos deben reti-
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rarse para preservar el secreto de las residencias subterráneas.
Treinta mil personas están viviendo en las subterráneas Akakor, Bodo y Kish. Las
otras ciudades están desiertas o, como Mu, llenas de viandas y de material de
guerra. La luz artificial todavía ilumina las trece ciudades de los Dioses. El aire
para respirar se filtra a través de las paredes. Las grandes puertas de piedra
todavía pueden ser movidas tan suavemente como hace 10.000 años. Tras la
retirada, los soldados alemanes trataron de resolver el misterio de Akakor inferior.
Midieron el túnel e hicieron mapas exactos. A petición de sus dirigentes, yo mismo
les abrí el recinto secreto situado debajo del Gran Templo del Sol. Aquí los
soldados alemanes descubrieron extraños instrumentos y herramientas de los Dio-
ses que se semejaban a sus propios aparatos. Su impresión era que los Padres
Antiguos habían abandonado las residencias de los Dioses en una huida
precipitada. Pero, de todos modos, nuestros aliados no pudieron explicar el secreto
de Akakor inferior. Porque los Dioses construyeron las ciudades según sus propios
planes, que son desconocidos para nosotros. Solamente cuando ellos regresen
comprenderán los humanos sus trabajos y sus actos.
Los soldados alemanes ya están resignados a permanecer con nosotros. Han
envejecido o han muerto. Sus hijos piensan y sienten como los Ugha Mongulala y
viven según el legado de los Dioses. Los sacerdotes celebran los servicios de
consagración en el Gran Templo del Sol. El pueblo ordinario fabrica objetos para
su uso diario. Los funcionarios del príncipe mantienen las comunicaciones con
Bodo y con Kish. Es ésta una época de aprendizaje y de contemplación. Todo el
pueblo vive de sus memorias, y sus corazones están pesarosos cuando piensan
en los gloriosos días de Lhasa. Nada les queda ahora salvo la esperanza de
protegerse del asalto de los Blancos
Bárbaros sobre las residencias subterráneas. Y tienen la certeza de que los Dioses
pronto regresarán, tal y como prometieron a su partida.
El regreso de los Dioses
Si los Ugha Mongulala fueran un pueblo como cualquier otro, hace ya tiempo que
su destino se habría cumplido. Pero ellos son los Servidores Escogidos de los
Dioses y confían en su milenario legado. Viven de acuerdo con las leyes de los
Padres Antiguos incluso en las épocas en las que la necesidad es más acuciante.
Esto les autoriza para juzgar a los Blancos Bárbaros y avisar a la Humanidad, tal y
como está escrito en la Crónica de Akakor: