Page 110 - Vive Peligrosamente
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que éramos considerados una "élite", y que la disciplina servía de estímulo
          a la tropa  para  mejor cumplir las difíciles  misiones que se nos
          encomendaban.
            Creo que ha  llegado el momento de que explique  ciertos pormenores
          que pueden demostrar lo severo de la disciplina a que éramos sometidos.
            Durante el tiempo que duró nuestro avance en Francia, a lo largo del
          verano de 1940, nos vimos obligados a cumplir las severísimas órdenes de
          todas clases  con las que se nos "distinguía". Cualquier exceso o acto de
          pillaje se castigaba duramente y no se nos permitía ni la más insignificante
          flaqueza.
            Las leyes raciales, tan discutidas en el extranjero, fueron la causa de los
          duros castigos que tuvieron que cumplir dos soldados de nuestra División.
            Cuando ocupamos la ciudad de Biarritz, la Comandancia  militar
          alemana extendió un permiso para que continuase funcionando un "burdel"
          francés. Entre las muchachas de aquella "casa de placer" había dos mulatas
          que ejercían "sus funciones" exactamente igual que las demás. Pero cuando
          se supo que dos jóvenes de las SS habían preferido los "servicios" de las
          dos mulatas a los de las blancas tuvieron que comparecer ante un Tribunal
          de Guerra que les condenó a severas penas por haber vulnerado las leyes
          raciales.
            Otro de los casos sucedió durante las fiestas navideñas  en las
          inmediaciones de la ciudad de Vesoul. Un ciudadano francés se presentó en
          nuestra Comandancia afirmando que  uno de nuestros soldados había
          intentado violar a su esposa, añadiendo que solamente su  presencia
          inesperada había impedido la culminación del acto. Todavía ahora ignoro si
          la denuncia del hombre era cierta ya que su esposa no ofrecía ningún signo
          de violencia. Pero, sin embargo, el soldado tuvo que comparecer ante un
          Tribunal de Guerra que lo juzgó culpable y lo condenó a muerte, siendo
          fusilado.
            Los duros castigos que se nos imponían eran una demostración palpable
          de que se nos consideraba la "élite" del Ejército alemán y, por lo tanto, se
          nos exigía más que a los demás y se nos obligaba a comportarnos de una
          manera irreprochable en todo momento.
            Para la población ocupada las sentencias eran una señal de que el
          Mando no toleraba contra ella ningún abuso.
            El resto del  Ejército alemán disfrutaba, también, de ciertas libertades
          para actuar,  en tanto que nosotros, los SS, teníamos que obedecer las
          severísimas reglas que se nos señalaban. Tal como así lo creo, aquella
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