Page 115 - Vive Peligrosamente
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de ellas se convertía en un problema que debíamos resolver costase lo que
          costase. Sin embargo, estábamos relativamente tranquilos, pues sabíamos
          que encontraríamos  en las ciudades guarniciones alemanas que podían
          prestamos ayuda.
            Elegimos nuestro acantonamiento en una zona  situada al Sur de
          Temesvár,  muy cerca de la frontera  yugoslava. Comprobamos que la
          mayoría de los campesinos eran alemanes de origen; ellos nos recibieron
          con grandes demostraciones de simpatía, lo que motivó que el rancho que
          se daba a nuestros soldados fuera desdeñado por la mayoría de la tropa.
            El "Banat" es una de las zonas agrícolas  más ricas de Europa. Los
          emigrantes alemanes, que fueron  los  dueños  y señores de dichas tierras
          durante varios siglos, habían sacado  gran provecho de ellas, haciéndolas
          fructíferas y convirtiéndolas en un auténtico Edén.
            Las casas de los campesinos sirvieron, cada una, de alojamiento a uno o
          dos soldados alemanes, que fueron tratados con todos los honores. A mí me
          correspondió alojarme en un hogar relativamente pobre. La mujer se veía
          obligada a cuidarse de toda la hacienda porque su esposo había sido
          alistado en el Ejército rumano hacía ya algunos meses. No podía volver a
          su casa, ni aun en el caso de disfrutar de algún permiso, porque sólo
          disponía del dinero que su mujer le enviaba con cierta regularidad.
            Al principio no entendí bien qué  me decía. Pero, poco a poco, fui
          comprendiendo que los permisos de los oficiales del Ejército rumano
          estaban relacionados, directamente, con el dinero que poseían.
            Un día, al anochecer, el capitán Rumohr me mandó llamar. Al llegar a
          su puesto de  mando vi que estaba sentado a una mesa y que le
          acompañaban otros oficiales. Me leyó una orden que había recibido, que
          decía:
            "El alférez Skorzeny ostentará la graduación de teniente de la reserva a
          partir del 30 de enero de 1941".
            Como por arte de magia, el ayudante sacó dos charreteras de su bolsillo
          y me las puso en los hombros de  mi gastada guerrera. Seguidamente se
          descorcharon unas botellas de vino y, alegremente, entrechocamos nuestros
          vasos. Nos  sentimos tan  alegres y  animados que prolongamos la velada
          hasta las primeras horas de la madrugada.
            Nos dimos cuenta, por el aumento en los envíos de municiones y por
          otros muchos detalles, que las cosas empezaban "en serio". Y una noche, la
          del 5 de abril de 1941 exactamente,  nos pusimos en  marcha  hacia la
          frontera. El tiempo no se mostró benigno con nosotros; llovía a mares. Las
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