Page 117 - Vive Peligrosamente
P. 117
nuestros huesos. Pero..., acrecentó nuestro nerviosismo. Comenté la extraña
impresión que sentía y el veterano me dio una explicación sobre ella.
Afirmó que todo soldado se siente terriblemente excitado antes de iniciarse
una batalla. Tuve que darle la razón. ¡Sentía tal impresión en mi propio
cuerpo!
Neugebauer se echó a mi lado sobre el montón de heno y fumó tanto
como yo, a pesar de las prohibiciones. El enlace vino a vernos a las 5,44.
Durante toda la noche no habíamos perdido el contacto con nuestras
baterías. ¡Había llegado el momento! La orden fue dada:
"¡Que todas las baterías disparen a la vez!"
Inmediatamente vimos que los proyectiles pasaban por encima de
nuestras cabezas. Cronometramos el tiempo: dieciséis segundos. ¡No
tardaríamos en ver los resultados! Pudimos comprobar que las explosiones
se producían en los límites del bosque. Fue corregida la línea de tiro. Y se
consiguió alcanzar los objetivos.
Las salvas se fueron sucediendo mientras cambiamos las coordenadas
de tiro según los resultados alcanzados.
Los tanques enemigos empezaron a disparar contra nosotros, y varias
ametralladoras enfilaron nuestro flanco derecho. Nos apresuramos a pegar
nuestras narices al heno, en espera de los acontecimientos. Un sin fin de
pensamientos, que no expresaré nunca, me asaltaron. Estos pensamientos,
en casos similares, son guardados por todos en lo más recóndito de sus
almas.
Se escuchó una orden:
"¡Extended el fuego!"
Inmediatamente empezamos a disparar contra determinados puntos de la
carretera, que se alargaba a un lado y a otro de la frontera.
Comenzaron a animarse las trincheras enemigas. Un tanque nuestro fue
alcanzado y se convirtió en una gran hoguera. Seguidamente, vimos unos
puntitos que avanzaban hacia nosotros.
Pero también vimos otros puntitos que avanzaban en sentido contrario.
¡Nuestra infantería entraba en acción! El estruendo fue en aumento. No me
fue posible dejar de pensar que hombres jóvenes, llenos de salud y vida,
iban hacia la muerte para defender los derechos de sus respectivas patrias.
Cada uno de ellos cumpliría con su deber. Y todos creerían tener la razón
de su parte.
Al término de dos horas volvió a reinar la calma. Recibimos la orden de
avanzar. A las diez en punto estábamos en la carretera y avanzábamos