Page 121 - Vive Peligrosamente
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Seguimos avanzando; perdimos de vista al otro vehículo varias veces,
          siempre que quedaba oculto por los árboles o por los desniveles del terreno.
          Cuando llegamos al pie de la colina nos reunimos. Y continuamos nuestro
          avance pie a tierra en tanto que los vehículos nos seguían lentamente.
            De pronto oí unos gritos que procedían del otro grupo, e,
          inmediatamente, me sorprendieron unos disparos. Nos apresuramos todos a
          cubrimos y di orden de preparar las dos ametralladoras. No había pasado
          mucho rato, cuando vi a  un grupo de soldados enemigos que avanzaban
          hacia nuestras posiciones. Ordené a mis hombres que no dispararan y que
          aguardasen a ver qué sucedía. Cuando aprecié que el enemigo estaba a unos
          ochenta metros de nosotros, con toda la fuerza de mis pulmones grité "stoi"
          ("alto"), lo que les cogió de sorpresa. Se quedaron parados durante el
          espacio de tiempo de un segundo  y, seguidamente, se  apresuraron a
          volverse.
            Al cabo de un rato se oyeron, otra vez, algunos disparos aislados. Estos
          causaron un efecto desconcertante en nuestros enemigos, que se
          apresuraron a arrojar sus armas al suelo. Me incorpore y les hice señas para
          que se nos acercasen. Pero tuve la precaución de situarme en un lugar que
          permitiría cubrirme  en el caso de presentarse algún peligro. Mis
          precauciones resultaron innecesarias. Había vencido. El tiroteo cesó como
          por arte de magia.
            Los servios se acercaron a nosotros con los brazos en alto. Me di cuenta
          de que el número de ellos iba aumentando y comencé a intranquilizarme.
          Empecé a pensar: ¡Dios quiera que todo termine satisfactoriamente! ¿Qué
          pasará cuando se den cuenta de que nos sobrepasan en número?"
            Comprobé que tenía guardadas las espaldas por el segundo grupo de mis
          hombres, que apuntaban a los soldados servios con sus fusiles. Cuando
          logramos reunirlos a todos, vimos que habíamos capturado unos sesenta
          prisioneros, entre los que habla cinco oficiales. Dejamos a éstos sus pistolas
          y amontonamos todas las armas de los soldados. Vimos que había dos
          carretas al lado de un campo de labranza. Nos hicimos cargo de ellas, las
          atamos  a nuestros vehículos y  ordenamos que subieran a ellas nuestros
          prisioneros; monté en mi camión a los oficiales para estar más seguro. Mi
          intérprete me informó de que habíamos hecho prisionero al último grupo
          que ofrecía  resistencia, ya que el resto del Ejército servio había sido
          completamente dispersado y desarticulado.
            Regresamos a nuestra base a "marcha de tortuga". Al pasar por los dos
          pueblos servios, sin embargo, aceleramos la marcha, y las carretas dieron
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