Page 203 - Vive Peligrosamente
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Cambiábamos los vendajes a los heridos como podíamos; distribuíamos
los medicamentos e, incluso, llegamos a aplicar varias inyecciones de
morfina cuando comprobábamos que los dolores de un herido resultaban
insufribles. También creo que nuestras palabras de consuelo y de esperanza
surtieron buenos efectos. No era agradable ser testigo de todo aquel dolor.
Más de uno padecía fiebre altísima, que le hacía delirar.
Todo aquel que padecía de cólicos era colocado sobre las tablas que
unían los vagones y sostenido por sus camaradas mientras llevaba a cabo su
evacuación. No dispusimos de nada para comer hasta llegar a Smolensko.
Tanto los medicamentos como los ranchos individuales se terminaron
pronto. El agua, y mucho más cualquier bebida caliente, era un lujo en el
que no se podía pensar. No teníamos ni la más ligera idea de cómo atender
a los mil y pico hombres que iban en el tren. Comprendí que el convoy
había sido formado apresuradamente con objeto de despejar el hospital del
frente que estaba superabarrotado.
Sin embargo, no nos quedaba más remedio que organizar las cosas lo
mejor posible.
En nuestro vagón, el primero de todos, hacía un frío espantoso. Durante
una de las paradas que hizo el tren descubrimos un camión volcado en una
cuneta. Naturalmente, aprovechamos la madera de su caja para encender
fuego de vez en cuando, a fin de calentarnos un poco. Pasar de noche por
encima de las tablas de unión era muy peligroso. No tardaron en agotarse
nuestras pequeñas existencias de medicamentos y vendajes y tan sólo
pudimos prestar ayuda sanitaria en aquellos casos que considerábamos
como de extrema gravedad.
Dispuse de mucho tiempo para poder pensar durante las larguísimas
horas de las noches. Reconozco que debía hacer grandes esfuerzos para
mantener, en parte, mi proverbial optimismo.
Había visto demasiado durante las últimas semanas; había sido testigo
de muchas cosas...
No cesaba de preguntarme:
"¿Es que acaso la suerte ha decidido volvernos la espalda? ¿No
habremos supervalorado nuestras fuerzas al emprender tan gran campaña?
¿Acaso era exagerado nuestro primer optimismo? ¿Es posible vencer a este
inmenso coloso que se llama Rusia?"
Estas y otras muchas preguntas no me dejaban reposar tranquilo. Sin
embargo, también debo decir que no se me ocurrió pensar si había sido o no
realmente necesaria la ofensiva del Este. Nosotros, los soldados, no