Page 272 - Vive Peligrosamente
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objeto conseguir el derrumbamiento del nuevo Gobierno italiano, y fue
llevado a efecto sin pérdida de tiempo. Por medio de los informes secretos
recopilados por el servicio de espionaje alemán, nos enteramos de que
Eisenhower había planeado un lanzamiento de paracaidistas aliados sobre
la ciudad de Roma. No ignorábamos que la ejecución práctica de tal acción
hubiese sido altamente comprometida para nuestras exiguas fuerzas
militares.
Empleamos varios días en adquirir una cierta seguridad de que el Duce
estaba en el Hotel de montaña del Gran Sasso. Había obtenido la primera
información de dos italianos que, ignorantes de lo que hacían, me
ofrecieron el primer punto de partida. Sin embargo, deseaba que mis
suposiciones fueran corroboradas por un alemán. Sabía que nadie podía
llegar hasta el hotel en cuestión, pues éste se comunicaba con el valle por
medio de un teleférico. Quería, era imprescindible, que "mi" alemán
interviniera lo máximo posible en el asunto que tanto me preocupaba.
El día anterior se me había ocurrido una idea que deseaba poner en
práctica cuanto antes. Conocía a un médico alemán que formaba parte de
nuestro Estado Mayor en Roma. Era sumamente orgulloso. Por ello, yo
tenía la seguridad de que haría lo posible para ganarse una condecoración.
Hablé con él y le dije la forma de poder hacerse con ella.
Los innumerables soldados alemanes que eran atacados por la malaria
habían sido enviados, hasta aquel momento, a las montañas tirolesas. Por
tanto, rogué al médico que se acercara, de "motu propio", al hotel del Gran
Sasso y lo estudiara detenidamente. No dejé de decirle que aquel edificio,
situado a dos mil metros de altura, era indicadísimo para sanatorio en el que
pudieran reponerse nuestros soldados enfermos. Debía hacer todo lo
posible para hablar personalmente con el director y conseguir que aceptase
un cierto número de convalecientes. Aquel mismo día, a primera hora de la
mañana, el médico se había ido en su propio coche para poner en práctica
mi plan, y yo me sentí muy preocupado hasta su regreso.
El personal de la Embajada había formado un convoy para dirigirse a
Frascatti bajo la protección de nuestras tropas. Le precedimos; deseábamos
encontrarnos en nuestro acuartelamiento cuanto antes.
En cuanto llegué, me hice anunciar al general Student, porque quería
discutir con él la situación vigente sin pérdida de tiempo. Los dos
estuvimos de acuerdo en que debíamos rescatar a Mussolini lo antes
posible; nuestra acción no admitía demoras.