Page 276 - Vive Peligrosamente
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empresa; a medida que el tiempo pasaba, aumentaban las probabilidades de
          que el Duce fuera trasladado de lugar o entregado a los aliados. Y que
          nuestras suposiciones eran ciertas, lo pudimos comprobar plenamente poco
          tiempo después. Nos enteramos de  que el general Eisenhower había
          recibido orden de hacerse cargo de Mussolini.
            Sabíamos que no podíamos lanzar un ataque por tierra. No ignorábamos
          que los abruptos acantilados dificultarían nuestra empresa y nos
          ocasionarían gran número de bajas;  tampoco dudábamos de  que una
          concentración de tropas en aquella zona seria descubierta fácilmente, lo que
          tendría como consecuencia que el detenido fuese trasladado, ocultado o
          asesinado. Si queríamos evitar que sucediese tal cosa, no nos quedaba más
          remedio que ocupar toda la cordillera con una gran concentración de tropas
          y para ello debíamos contar, al menos, con toda una División. Era preciso
          descartar, pues, la posibilidad de atacar por tierra.
            Nuestra  mejor aliada debía ser la sorpresa. No podíamos saber  si la
          guardia había recibido la orden de fusilar al prisionero en caso de peligro.
          Por ello, no nos quedaba  más remedio que contar con la rapidez y la
          sorpresa para impedir sucediese lo que imaginábamos. Sólo nos quedaban
          dos posibilidades: O bien el lanzamiento de tropas desde el aire, o el intento
          de un aterrizaje por sorpresa en las inmediaciones del hotel.
            Estudiamos detenidamente ambas posibilidades, y nos decidimos por la
          segunda de  ellas. Sabíamos que el  lanzamiento de paracaidistas desde
          semejante altura, efectuado sobre una zona muy elevada sobre el nivel del
          mar, no era indicado, ya que no podíamos disponer de paracaidistas
          especializados. También  era probable que, a  causa de lo abrupto del
          terreno, los paracaidistas quedasen  muy esparcidos, cosa que  haría  muy
          difícil una ulterior concentración de fuerzas.  Después de  mucho pensar,
          llegamos a la conclusión de que únicamente podíamos llevar a cabo la
          acción haciendo un aterrizaje con aviones planeadores.
            Cuando en la tarde del 8 de septiembre quisimos dar a revelar las
          fotografías tomadas volando sobre la zona que tanto nos interesaba,
          comprobamos que nuestro laboratorio fotográfico de Frascatti estaba
          completamente destruido como consecuencia del bombardeo. Ordené a uno
          de mis oficiales solucionase el problema en el lugar más próximo.
            Dicho oficial descubrió un laboratorio fotográfico  en un aeródromo
          militar en el que pudo sacar copias. Desgraciadamente, no pudimos
          disponer de fotografías en relieve,  que nos habrían proporcionado una
          perfecta imagen plástica de toda la topografía del  terreno. Tuvimos que
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