Page 267 - Vive Peligrosamente
P. 267
medio de un folleto publicado por una agencia de viajes, que describía, con
todo lujo de detalles, las delicias de aquel paraíso para esquiadores.
No obstante, tuvimos que reconocer que los datos obtenidos eran
insuficientes para orientarnos y llevar a cabo una operación militar tan
arriesgada y de tanta importancia. Era absolutamente necesario que
pudiésemos contar con algunas fotografías aéreas de toda aquella zona. Por
ello, a primera hora del miércoles 8 de septiembre de 1943, el Alto Mando
puso a nuestra disposición un avión dotado de cámara fotográfica
automática. En aquel vuelo, tan importante y decisivo, fui acompañado por
mi ayudante personal y por un oficial del Servicio Secreto (I–C), al que
pensábamos confiarle una misión en nuestras ulteriores operaciones.
Temprano, por la mañana, viajábamos en vehículos pesados por
carreteras flanqueadas por olivares o huertos frutales, en dirección a la
costa, pues precisamente en la costa estaba el aeropuerto de Roma, Pratica
di Mare, del que pensábamos despegar. El "tesoro" de la aviación alemana,
un "He–111", nos recibió a bordo. Tomamos altura inmediatamente. No
ignorábamos que nuestro vuelo debía ser desconocido para los italianos.
Decidimos, por ello, inspeccionar la topografía de los Abruzzos desde
5.000 metros de altura. Hasta llegamos al extremo de no informar al piloto
de la misión que estábamos cumpliendo. Le hicimos creer que teníamos la
intención de tomar unas cuantas fotografías de varios puertos del Adriático.
Cuando estuvimos a treinta kilómetros de nuestro punto de destino
decidimos tomar las primeras fotografías con la cámara que llevábamos a
bordo. Cuando quisimos hacerlo nos dimos cuenta de que las instalaciones
fotográficas del aparato se habían helado como consecuencia del frío
reinante en aquellas alturas, por lo que tuvimos que renunciar a nuestra
gran cámara tomavistas. Afortunadamente disponíamos de un pequeño
aparato fotográfico de mano y lo utilizamos.
Como llevábamos los uniformes del "Africa Korps", padecimos mucho
a causa del frío. No podíamos permitirnos el lujo de abrir el abombado
techo de cristal del aparato, durante el vuelo; por ello, tuvimos que romper
un gran segmento de cristal inastillable, con objeto de poder disponer de un
hueco por el que sacar nuestra cámara. Nuestro improvisado observatorio
obligaba al fotógrafo a tener la cabeza, los hombros y los brazos fuera de la
carlinga del aparato.
¡Nunca habría imaginado que el aire fuera tan frío y el viento tan fuerte!
Dije a mi ayudante que me agarrase fuertemente por las piernas y,
seguidamente, saqué por el boquete recién abierto todo mi torso,