Page 262 - Vive Peligrosamente
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ruido de  los ventiladores. Prefería  arriesgarme a ser despertado  por una
          alarma aérea antes que la seguridad de pasar la noche en vela. A primeras
          horas de la mañana siguiente despegamos con rumbo a Italia.
            A mi llegada conté a Radl todos los pormenores de mi reciente visita al
          Cuartel General. Incluso le informé de que en el caso de que nuestra misión
          fracasase sería yo el único responsable. Recuerdo que me contestó:
            –Entonces  me dejaré encerrar  con usted. Es posible que demos con
          nuestros huesos en el manicomio. Tal vez sea divertido pasar por esa nueva
          experiencia.
            Por una verdadera casualidad me libré de llegar a tal extremo, porque
          estuvimos a punto de visitar "el nido vacío".
            El comodoro de la División de submarinos rápidos que habían puesto a
          mis órdenes, un capitán de corbeta llamado Schulz, estaba
          entusiasmadísimo por tomar parte  en nuestra  misión. Hacía tiempo que
          deseaba ejecutar una orden de tanta categoría. Volvimos a repasar nuestro
          plan con suma atención  y estudiamos concienzudamente todas nuestras
          posibilidades.
            La flotilla de submarinos debía entrar el día X en el puerto de guerra,
          simulando una visita oficial. Acto seguido echaría anclas en una ensenada
          de la pequeña ciudad de  Magdalena. El resto de los barcos "R"  y "M"
          serían dirigidos por Radl y se encargarían de recoger: a bordo las tropas
          acantonadas en Córcega. Los soldados deberían ocultarse para que nadie se
          diera cuenta de que iban  a bordo. Anclarían en Palau, justo frente a la
          ciudad de Magdalena. Al oscurecer del día X, ambas flotillas  deberían
          maniobrar como si se dispusieran a  salir de puerto. Sin embargo, en  un
          determinado momento, los botes "R" y "M" desembarcarían los soldados en
          tierra. Una parte de ellos se encargarían de aislar la fortaleza del resto de la
          ciudad, en tanto los submarinos se preparaban a cubrir la operación con sus
          cañones.
            Yo, a mi vez, tenía la intención de abrirme paso hasta la "Villa" con la
          flor  y nata de  mis hombres, desfilando tranquilamente y en perfecta
          formación. Contaba con que  mi ordenado desfile desconcertaría a  mis
          probables enemigos, ganando con ello un tiempo precioso. Quería evitar, en
          la medida de lo posible, verme obligado a hacer uso de las armas en tanto
          avanzaba hacia la fortaleza. El resto, ¡todo el resto!,  debía resolverse sobre
          la  marcha. No debía temer se diera la alarma antes de tiempo,  ya que
          algunos de mis hombres tenían el encargo de cortar las líneas telefónicas.
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