Page 213 - El Misterio de Belicena Villca
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comunidad racial, es decir, del Espíritu, que eso es un pueblo del Pacto de
                 Sangre. Porque el Rey es, según se dijo, “la Voz del pueblo”, “su Voluntad
                 individualizada”; el Rey debe ocupar el territorio del Reino para que se concrete
                 la soberanía popular. El sistema feudal patrimonial, producto del Pacto Cultural,
                 atentaba contra la Función Regia pues mantenía al Rey separado del pueblo: el
                 pueblo medieval, en efecto, debía obediencia directa a los Señores Territoriales,
                 y estos al Rey; y el Rey sólo podía dirigirse al pueblo a través de los Señores
                 feudales. Por eso Felipe IV sancionaría una ley que obligaba, a todo el pueblo de
                 Francia, a jurar fidelidad directamente al Rey, sin intermediarios de ninguna
                 clase:  “nada material puede interponerse  entre el Rey de la Sangre y el
                 Pueblo”. En síntesis, la Ocupación del Reino, por el Rey, “es” la Soberanía.

                        Segundo: aplicar el principio del Cerco en el espacio real ocupado. En
                 el grado más superficial del significado, se refiere también al área territorial: el
                 área propia debe aislarse estratégicamente del dominio enemigo por medio del
                 principio del Cerco; esto supone, en  todo caso, la definición de una frontera
                 estatal. Pero este segundo paso estratégico, es el que concede realidad al
                 concepto de “Nación”: de acuerdo al Pacto de Sangre, un pueblo, de Origen,
                 Sangre y Raza común, organizado como Estado Soberano, y ocupando y
                 cercando las tierras de su Reino, constituye una  Nación. Dentro del cerco
                 está la Nación; fuera, el Enemigo. Sin embargo, tal separación ideal puede ser
                 alterada por diversos factores y no es  sin lucha que se llega a concretar la
                 aplicación del principio del Cerco y a  dar nacimiento a la nacionalidad: puede
                 ocurrir, como se verá enseguida, que  el área del Cerco exceda, en ciertos
                 estratos del espacio real, al área territorial, e invada el espacio de otras naciones;
                 pero puede suceder, también, que el Enemigo exterior penetre en el área estatal
                 propia y amenace interiormente a la Nación. Esto último no es difícil por la
                 naturaleza  cultural del Enemigo, vale decir,  procedente del Pacto Cultural:  el
                 “Enemigo Exterior” es también el “Enemigo Interior” porque el Enemigo es
                 Uno, es El Uno y sus representantes, es decir, el Enemigo carece de
                 nacionalidad o, más bien, es “internacional”; el Enemigo desconoce el
                 principio del cerco y no respeta fronteras de ninguna especie pues todo el
                 mundo es para él su campus belli: y en ese campo de guerra universal, donde
                 intenta imponer su voluntad, están incluidas las Naciones y los pueblos, las
                 ciudades y los claustros, las Culturas que dan sentido al hombre, y el fértil
                 campo de su Alma. Se comprende, entonces, que el principio del Cerco es un
                 concepto más extenso que lo sugerido a primera vista y que sólo su exacta
                 definición y aplicación permiten descubrir al Enemigo.
                        El principio se refiere, en verdad, a un Cerco estratégico, cuya existencia
                 depende solamente de la Voluntad de quienes lo apliquen y sostengan. Por eso
                 el Cerco abarca múltiples campos, aparte del  meramente territorial:  un área
                 ocupada puede ser efectivamente cercada, pero tal área geográfica es nada
                 más que la “aplicación” del principio del Cerco; no es el Cerco estratégico en
                 sí. El Cerco estratégico no describe jamás un área geográfica, ni siquiera
                 geométrica, sino carismática. Esto se comprueba claramente en el caso de la
                 Nación. Los miembros de una Nación,  admiten muchas fronteras nacionales
                 además de las geográficas: los límites territoriales de Babilonia quizá estuvieron
                 señalados por los ríos Tigris y  Eufrates, pero las fronteras del  temor que
                 inspiraba su ejército nacional se extendía a todo el Mundo Antiguo; y el mismo

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