Page 215 - El Misterio de Belicena Villca
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decidirá la guerra, el medio por el cual se determina inequívocamente qué Nación
posee la mejor Estrategia Hiperbórea y, por consiguiente, cuál es el pueblo de
Sangre más Pura y quién es el Rey de la Sangre más espiritual. Pero éste es un
Enemigo digno, puesto que reconoce la existencia de la Nación adversaria
aunque no respeta los límites de su Cerco: con un Enemigo tal, siempre es
posible pactar un acuerdo de coexistencia nacional, que no significa, desde
luego, la paz definitiva, ya que no es posible suspender el efecto carismático de
la Aristocracia de la Sangre Pura: tanto en una como en otra Nación, irán
surgiendo líderes que intentarán dirimir la cuestión. La paz permanente no se
concibe en la Estrategia nacional de los pueblos del Pacto de Sangre sino un
concepto del todo diferente, conocido como Mística nacional, y que se alcanzará
por ambos pueblos al final de la Guerra: el objetivo primero de la guerra nacional
no es, así, la mera ocupación del territorio enemigo, ni la imposición de una
Cultura ajena, ni la aniquilación del pueblo enfrentado; todos estos objetivos,
puestos en primer término, obedecen a las desviaciones estratégicas introducidas
por los Sacerdotes del Pacto Cultural; el objetivo principal es la incorporación de
la Nación enemiga a la Mística nacional propia, la Vinculación Carismática entre
ambos pueblos y la coincidencia con el Rey de la Sangre, cualquiera sea éste; y
si ello supone la destrucción de una Casa real, la extinción de una Voz del
pueblo, la Mística triunfante se manifestará, para todos los sujetos estratégicos
en pugna, en otra Voz del Pueblo de carácter carismático superior, que los
expresará a todos por igual.
Pero, en segundo grado, hay que considerar al Enemigo que no admite
siquiera el derecho de existir a las Naciones Místicas. Con este Enemigo no es
posible conciliaciones de ninguna clase. Claro que él tampoco las solicita, puesto
que jamás declara abiertamente la guerra, a la que dice repudiar, y prefiere
operar secretamente, desde adentro del Cerco estratégico. Se propone así
corromper y destruir las bases carismáticas del Estado místico y causar el
debilitamiento y eventual supresión de los límites del Cerco nacional, es decir,
causar la deformación y desintegración de la forma mística. Ese Enemigo, al que
hay que calificar de sinárquico, cuenta en todas las Naciones, y en todos los
estamentos de las estructuras estatales, con organizaciones de agentes
adoctrinados en los objetivos del Pacto Cultural: tales internacionales satánicas
conspiran contra la existencia misma de la Nación mística; y, por ende contra la
aplicación del principio del Cerco y la Vinculación Carismática entre el Rey y el
pueblo, que pone a la Nación fuera de su Control, es decir, fuera del Control de la
Fraternidad Blanca, que es quien alienta, nutre y vivifica, a los internacionalismos
sinárquicos. Los planes de la Fraternidad Blanca, ya expliqué sobradamente,
apuntan a establecer la Sinarquía Universal del Pueblo Elegido.
Por eso aquellas internacionales, coincidían todas en sustentar los
principios del Pacto Cultural, dirigidos arteramente a debilitar los fundamentos
estratégicos hiperbóreos de los Pueblos del Pacto de Sangre: Para quitar base
ética a la realidad de la Aristocracia del Espíritu, fundada sobre la herencia racial
del Símbolo del Origen en los pueblos de Sangre Pura, afirmaban la igualdad
de todos los hombres frente al Creador Jehová Satanás. Para demostrar que
el Cerco estratégico, y la Nación definida por él, era sólo una idea mezquina,
elaborada por hombres mediocres, estrechos y egoístas, que jamás aceptarían el
“Alto Ideal del Universalismo”, empleaban al cristianismo como instrumento para
igualar culturalmente a los pueblos y los condicionaban para identificar el
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