Page 216 - El Misterio de Belicena Villca
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Principio Universal de Poder con  el Papa de Roma, quien indudablemente
                 empuñaba la Espada sacerdotal que dominaba a las Espadas temporales de los
                 Reyes: el Papa era un verdadero Soberano  Universal, que imperaba sobre los
                 pueblos y Naciones; frente a su “Grandeza y Poder”, la obra de los Reyes de la
                 Sangre habría de aparecer a los hombres dormidos evidentemente desprovista
                 de carácter místico; y la Aristocracia del Espíritu y la Sangre, sería, para aquellos
                 igualitaristas fanáticos, una creación artificial de la Nobleza, un producto de los
                 privilegios de la sociedad feudal.
                        Y para desprestigiar a la guerra como medio de afirmar la Mística nacional,
                 proponían la utopía de la paz: una paz perpetua que se obtendría en todo caso si
                 la humanidad entraba en la etapa del universalismo religioso, si todos los poderes
                 seglares, las Espadas temporales, se doblegaban ante la Espada sacerdotal del
                 Sumo Pontífice católico; entonces se  acabarían las guerras y los cristianos
                 vivirían siempre en paz, lejos de las armas y los campos de batalla, y del capricho
                 de los Señores, entregados al trabajo y a la oración, protegidos por la justicia
                 absoluta de los Representantes de Dios y de su Ley; un solo Gobierno Mundial
                 retendría el Poder, y hasta sería posible que las Dos Espadas estuviesen en
                 manos de un Papa imperial; y la paz traería riqueza para todos por igual; pero
                 esa riqueza sería administrada justa y  equitativamente por una Banca única,
                 producto de una concentración bancaria, o  Sinarquía financiera, dependiente
                 exclusivamente del Sumo Sacerdote que detentaría el Poder Universal. El pueblo
                 cristiano, pues, no debía dudar sobre quién representaba realmente sus intereses
                 y a quién se debía conceder sin chistar la Soberanía Universal: el ocupante del
                 Trono de San Pedro, el propulsor de la universalis pax, el regente de la Paloma
                 de Israel.
                        Contra esa civilización cristiana de Amor y Paz, de cultura igualitaria, se
                 oponían las fronteras nacionales y los Reyes de la Sangre; y la civilización
                 pagana del Odio y la Guerra, que invariablemente se producía dentro de los
                 cercos místicos; y la Aristocracia del Espíritu; y los sujetos estratégicos que
                 carismáticamente percibían y conocían los límites de las fronteras nacionales:
                 contra ellos lucharía sin declarar la guerra, subversivamente, el Enemigo interno,
                 y externo, de la Nación, apoyado en sus fuerzas de quinta columna, en sus
                 organizaciones internacionales, que apuntaban,  todas, al establecimiento del
                 Gobierno Mundial y la
                        Sinarquía Universal del Pueblo Elegido.
                        ¿Y quién era, pues, el Enemigo  de la Nación francesa? Con el
                 asesoramiento de los  Domini Canis, Felipe  IV determina rigurosamente la
                 identidad del Enemigo, quien se despliega en varias alas tácticas. Por orden de
                 peligrosidad, las distintas líneas de acción eran llevadas adelante por las
                 siguientes organizaciones: I) la Iglesia Golen. Hacía siglos, ya, que los Golen
                 controlaban la elección papal y, desde Roma, dirigían el mundo cristiano. Si bien
                 el principal enemigo propiamente dicho eran los Golen, éstos se opondrían a
                 Felipe IV como Enemigo externo a través del Papa y como Enemigo interno por
                 medio de sus Ordenes monásticas, guerreras y financieras. II) Las Ordenes Golen
                 benedictinas: la Congregación de Cluny, la Orden Cisterciense, y la Orden
                 Templaria, que empleaban el Reino de Francia como base de operaciones. III) El
                 Pueblo Elegido, con su permanente tarea corruptora y desestabilizadora. IV) La
                 Banca lombarda, propiedad  de las Casas güelfas de Italia. V) La Casa real
                 inglesa, controlada por los Golen anglosajones y propietaria de grandes feudos

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