Page 211 - El Misterio de Belicena Villca
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Derecho Canónico sobre el fuero civil; en el judicial, por la supremacía de los
                 Tribunales eclesiásticos para juzgar todo caso, independientemente y por encima
                 de la justicia civil; y en el  administrativo, por la absorción de grandes rentas
                 procedentes del Reino, sin  que el Estado pudiese ejercer ningún control sobre
                 ellas. Las medidas que Felipe IV adoptará para cambiar este último punto, serán
                 las que provocarán la reacción más violenta de la Iglesia Golen.
                        Cuando Felipe IV accede al Trono, la Iglesia era política y económicamente
                 poderosa, y se hallaba imbricada  en el Estado. Su padre, Felipe  III,  había
                 comprometido al Reino en una Cruzada contra Aragón que ya había costado una
                 terrible derrota a las armas francesas. La monarquía era débil frente a la nobleza
                 terrateniente: los Señores feudales, al caer en el Pacto Cultural, fueron otorgando
                 un valor superlativo a la  propiedad de la tierra, abandonando u olvidando el
                 antiguo concepto estratégico de la ocupación que sustentaban los pueblos del
                 Pacto de Sangre; por lo  tanto, en tiempos de Felipe IV, se aceptaba que una
                 absurda relación existía entre la nobleza de un linaje y la superficie de las tierras
                 de su propiedad, de suerte tal que el Señor que más tierras tenía, pretendía ser el
                 más Noble y poderoso, llegando a disputar la soberanía al mismo Rey. Antes de
                 Felipe Augusto (1180-1223), por ejemplo, el Duque de Guyena, el Conde de
                 Tolosa, o el Duque de Normandía, poseían individualmente más tierras que la
                 Casa reinante de los Capetos. El Rey de Inglaterra, teóricamente, era vasallo del
                 Rey de Francia, pero en más de una ocasión su dominio territorial lo convertía en
                 un peligroso rival; eso se vio claramente durante el reinado de Enrique  II
                 Plantagenet, quien, además de Rey de Inglaterra, era también soberano de gran
                 parte de Francia: Normandía, Maine, Anjou, Turena, Aquitanía, Auvernía, Annis,
                 Saintonge, Angoumois, Marche y Perigord. Sólo cuando Juan Sin Tierra cometió
                 los errores que son conocidos, el Rey Felipe Augusto recuperó para su Casa la
                 Normandía, el Anjou, el Maine, la Turena y el Poitou. Sin embargo, Luis  IX,
                 compañero de Cruzada de Eduardo I, devolvería a este Rey inglés los feudos
                 franceses.
                        Desde el desmembramiento del Imperio de Carlomagno, y hasta Felipe III,
                 pues, no existía nada parecido a la conciencia nacional en los Reyes de Francia
                 sino una ambición de dominio territorial que apuntaba a respaldar el poder feudal:
                 la nobleza era entonces puramente  cultural, se fundaba en los  títulos de
                 propiedad y no en la sangre como correspondería a una auténtica Aristocracia
                 del Espíritu. De manera que las expansiones territoriales de los antecesores de
                 Felipe IV no tenían otro objetivo que la  obtención de poder y prestigio en la
                 sociedad feudal: de ningún  modo esas posesiones  hubiesen conducido a la
                 unidad política de Francia,  a la monarquía absoluta, a la administración
                 centralizada y racional, y a la conciencia nacional. Tales resultados fueron obra
                 exclusiva de la Estrategia de Felipe IV.

                        Pero una “Estrategia Hiperbórea” no es un mero conjunto de medidas sino
                 la estructura dinámica de una acción finalmente eficaz. La Estrategia de Felipe IV,
                 se basaba en el siguiente concepto de la Sabiduría Hiperbórea: si un pueblo se
                 organiza de acuerdo al Pacto de Sangre, entonces la Función Regia exige el
                 modo de vida estratégico. Vale decir, que el Rey del Pacto de Sangre deberá
                 conducir a su pueblo aplicando los principios estratégicos de la Ocupación, del
                 Cerco, y de la Muralla Estratégica; complementados con el principio del Cultivo
                 Mágico, o sea, con la herencia Atlante blanca de la Agricultura y la Ganadería. A

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