Page 206 - El Misterio de Belicena Villca
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Así pues, con la muerte de Felipe III, los Golen suponen que sus planes
                 están    momentáneamente         retrasados.    Mas,    ¿sólo    momentáneamente
                 retrasados o sus planes están  definitivamente frustrados, sin que Ellos
                 consigan advertirlo a tiempo? Como se verá enseguida, solo demasiado tarde
                 comprobarán los Golen que algo muy extraño le ha ocurrido al sucesor de Felipe
                 III. En efecto, aquel Rey, cuya educación fue confiada a los monjes más eruditos
                 de Francia, esto es, a los domínicos,  se había convertido en un Iniciado
                 Hiperbóreo, en un potencial enemigo de los planes de la Fraternidad Blanca.
                 ¿Cómo ocurrió tal herejía? ¿Quién lo inició en la Sabiduría Hiperbórea? La
                 respuesta, la única respuesta posible, sería la increíble posibilidad de que dentro
                 de la Iglesia, en la Orden de los Predicadores, existiese una conspiración de
                 partidarios del Pacto de Sangre, un conjunto de Iniciados en la Sabiduría de los
                 Atlantes Blancos. No sospechan por supuesto, de los Señores de Tharsis, a
                 quienes consideran definitivamente extinguidos, y no aciertan a descubrir
                 oportunamente a los  culpables del desastre: el golpe será demasiado
                 conmocionante para asimilarlo con la  necesaria rapidez. Y esa perplejidad
                 inevitable, esa sorpresa paralizante causada por la Alta Estrategia de los Señores
                 de Tharsis y el  Circulus  Domini Canis, señalaría el principio del fin de la
                 Estrategia enemiga: a partir de entonces, luego que Felipe  IV desempeñase
                 brillantemente su misión, los Golen y la Fraternidad Blanca tendrían que esperar
                 hasta el siglo XX antes de disponer de otra oportunidad histórica para instaurar el
                 Gobierno Mundial y la Sinarquía del Pueblo Elegido.
                        Como dije, los Golen no conseguirían contrarrestar las consecuencias de
                 la nueva situación. Habían maniobrado por varios años para fortalecer en Europa
                 a la Casa de Francia y de su seno les surgía un Rey hostil a la hegemonía papal.
                 Habían cedido el terreno de la enseñanza académica a los monjes domínicos y
                 resultaría que entre ellos estaban infiltrados los enemigos del Dios Uno. Y, lo que
                 era peor, a aquella Orden de Predicadores se les había confiado el Tribunal del
                 Santo Oficio, encargado de inquirir sobre la fe. Hasta entonces, la Inquisición les
                 permitía eliminar o neutralizar oposiciones bajo la amenaza de la acusación de
                 herejía, pero, y esto lo asumían claramente, los mayores herejes eran ellos: en
                 adelante, deberían obrar con cautela porque sino, a semejanza del jiu jitsu, la
                 propia fuerza del atacante podría ser vuelta en su contra.
                        Imposibilitados de someterlo a la autoridad papal, los Golen intentarían
                 infructuosamente eliminar a Felipe IV, fracaso que se debió al cerco de seguridad
                 que los  Domini Canis tendieron en torno del Rey; cuando finalmente lograron
                 envenenarlo, en 1314, Felipe IV había reinado veintinueve años y cumplido con
                 Honor la misión encomendada: y ante la grandeza de su obra, nada cuentan las
                 calumnias de una Iglesia Golen derrotada y de un Pueblo Elegido que vio
                 perderse su oportunidad histórica, aunque hayan sido repetidas sin fundamento a
                 lo largo de setecientos años.
                        Mas, durante los veintinueve años de su reinado, tampoco dispondrían de
                 alguna personalidad política equivalente para reemplazarlo u oponerle. El Rey de
                 Inglaterra, Eduardo I, si bien interviene en los asuntos europeos, sólo lo hace
                 indirectamente en tiempos de Felipe el Hermoso, especialmente a través de sus
                 aliados, el Conde de Flandes y el Duque de Guyena: su guerra encarnizada
                 contra los escoceses lo mantiene ocupado en la isla británica. Y en Alemania, el
                 güelfo Rodolfo de Habsburgo, elegido en 1273 para poner fin al Interregno,
                 muere en 1291 dedicado a guerrear contra los gibelinos y a acrecentar los bienes

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