Page 203 - El Misterio de Belicena Villca
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planes de la Fraternidad Blanca, que profesa un odio  feroz hacia la Casa de
                 Suabia y la Causa gibelina. Toma el  nombre de Martín IV  e inmediatamente
                 desata una terrible persecución de gibelinos en toda Italia: evidentemente los
                 Golen sospechan que algo se trama contra Carlos e intentan detenerlo. Martín IV
                 es un típico exponente de la  mentalidad Golen, a la que entonces se llamaba
                 impropiamente “güelfa”: de la pasta fanática de Gregorio VII e Inocencio III, posee
                 además la crueldad de un Arnauld Amalric; por su instancia las matanzas,
                 violaciones y saqueos se suceden sin cesar, sometiendo a los sicilianos a un
                 régimen de terror insoportable: al final la misma Roma acabará rebelándosele.
                 Pero en 1282 ese estado de cosas toca a su fin en Sicilia. Durante la celebración
                 de la pascua, el 30 de marzo, un soldado francés intenta abusar de una joven
                 siciliana en Palermo y, al grito de  “mueran los franceses”, estalla la
                 insurrección general: los franceses son  exterminados en Palermo, Trápani,
                 Corleone, Siracusa y Agrigento; en un día mueren ocho mil y el resto debe huir
                 precipitadamente de la isla. Al mes no se podía hallar francés vivo en toda Sicilia.
                        Fueron aquellas reacciones populares las famosas “Vísperas Sicilianas”,
                 que no ocurrieron al azar puesto que en esos días había zarpado de Barcelona
                 Pedro III con su poderosa armada y se encontraba en Africa, a escasa distancia
                 de Sicilia. Sus proyectos, largamente  elaborados, se llevaron a cabo con gran
                 precisión; en junio avista varias naves sicilianas: son embajadores de Palermo
                 que vienen a ofrecer la Corona de Sicilia al Rey de Aragón y a la Reina
                 Constanza. Poco después desembarca en la isla en medio del júbilo general del
                 pueblo, que se veía con ese acto de  soberanía libre para siempre de la
                 dominación francesa y güelfa. No se trataba, pues, de invasión sino de una
                 legítima elección real: el pueblo siciliano, librado por sus propios medios de la
                 ocupación francesa se daba  sus propios reyes, restaurando así los derechos
                 antiguos de la Casa de Suabia en la persona de la nieta de Federico II. Pero los
                 Golen no se tragan el anzuelo.
                        Observe, Dr. Siegnagel, que nuevamente los Golen parecían tener ganada
                 la partida: no existían ya los herejes Cátaros, ni se dejaba sentir la presencia del
                 Gral, ni había un pretendido Emperador Universal como Federico II que disputase
                 al Papa el Poder Espiritual, ni siquiera había Rey en Alemania, y sí un Rey en
                 Francia, Felipe  III, completamente controlado por la Iglesia, y una Sinarquía
                 Financiera Templaria en plena marcha,  y un Rey francés, Carlos de Anjou,
                 ocupando las dos Sicilias y manteniendo a raya a los luciféricos gibelinos. Pero
                 de pronto el Golpe de Pedro III, que ellos no podían preveer porque era un
                 producto de la Alta Estrategia de los Domini Canis, hacía resurgir el peligro del
                 gibelinismo y amenazaba con el fracaso a los planes de la Fraternidad Blanca.
                 Los Golen no lo iban a permitir impunemente. En  noviembre de ese año Martín IV
                 fulmina la excomunión contra Pedro III y lo conmina a retirarse de Sicilia y amar
                 a Carlos de Anjou, fiel vasallo del Papa. Ante la indiferencia del aragonés
                 repite la excomunión  en enero y marzo de 1283,  preparando la mano para
                 asestar a éste una puñalada por la espalda: en la última bula, en efecto, afirma
                 que el Reino de Aragón es  vasallo del Papa por compromiso de Pedro II, el
                 abuelo de Pedro III muerto  en la batalla de Muret, y  que el Pontífice tiene la
                 facultad de nombrar como Rey a quien mejor le pareciere; quita pues la Corona al
                 excomulgado aragonés y priva de los sacramentos de la Iglesia a los pueblos y
                 lugares que le obedecieren.  El plan Golen consistía en librar una lucha a
                 muerte contra Pedro III y ensanchar el Dominio de Francia a costa del de

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