Page 202 - El Misterio de Belicena Villca
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dispuestos a suspender el exterminio de la Estirpe que tanto mal causó a los
planes de la Fraternidad Blanca.
Luego de una parodia de juicio, Conradino es condenado a muerte en
Nápoles. Antes de entregar la cabeza al verdugo, el niño demuestra su gallardía
mediante un gesto que significará, a corto plazo, la virtual derrota de Carlos de
Anjou: se quita un guante y lo arroja a la multitud que ha venido a observar la
ejecución, mientras grita: ¡Desafío a que un verdadero Caballero de Cristo
vengue mi muerte a manos del Anticristo! Un instante después es decapitado
ante la presencia de Carlos de Anjou, el legado papal, numerosos Cardenales y
Obispos, y decenas de Golen que no pueden ocultar su regocijo por la extinción
del linaje de los Hohenstaufen: en ese momento sólo quedaba vivo el Rey de
Cerdeña Enzo, hijo de Federico II, pero prisionero de por vida en un Castillo de
Boloña desde 1249, quien sería prontamente envenenado para mayor seguridad.
No obstante, el gesto de Conradino no sería en vano, pues aún quedaban
Caballeros dispuestos a luchar contra las fuerzas satánicas: el guante es
recogido por Juan de Prócida en nombre de Pedro III de Aragón, esposo de
Constanza de Suabia. La hija de Manfredo, y prima hermana de Conradino, es
ahora la legítima heredera de los derechos que la Casa de Suabia tiene sobre el
trono de las dos Sicilias y la única esperanza del partido gibelino.
Hay que ver en la acción desplegada desde entonces por Juan de Prócida,
otro aspecto de la oposición de la Sabiduría Hiperbórea a los planes de la
Fraternidad Blanca, vale decir, de la causa esotérica del fracaso de dichos
planes. En efecto, aquel gran Iniciado Hiperbóreo se refugió en Aragón, junto a
otros ilustres perseguidos por Carlos de Anjou y los Golen, y fue incorporado a la
nobleza aragonesa. El Rey le otorgó varios Señoríos en Valencia, desde donde
tomó contacto con el Circulus Domini Canis y se integró a su Estrategia. A él,
más que a nadie, corresponde el mérito de haber persuadido a Pedro III sobre la
justicia de la Causa gibelina. Durante años este Señor del Perro asesora al Rey
de Aragón sobre los asuntos de Italia y planifica el modo de conquistarla; le
secundan con ánimo entusiasta, Constanza, que desea vengar a su padre
Manfredo y a la destrucción de su familia, Roger de Lauría, Conrado Lancia, y
otros Caballeros sicilianos no iniciados. En 1278 Pedro III se siente lo
suficientemente fuerte como para llevar a la práctica su proyecto siciliano. Envía
entonces a Juan de Prócida en misión secreta a Italia y Medio Oriente.
El Caballero siciliano viaja vistiendo el hábito domínico. Se entrevista con
los principales representantes del partido gibelino de Italia y Sicilia, quienes
prometen ayudar al Rey de Aragón, y en 1279 llega a Constantinopla para pactar
con el Emperador Miguel Paleólogo, que está por ser atacado con una flota por
Carlos de Anjou. Sin embargo, hecho que Carlos de Anjou no sospecha, no
existe en ese momento en el mundo flota más poderosa que la armada catalana
del Rey de Aragón. El bizantino contribuye con treinta mil onzas de oro para
sostener la campaña y Juan emprende el regreso, previo paso por la isla de
Sicilia; allí recoge el compromiso del Noble Alécimo de Leutini, y otros, de
preparar un alzamiento contra los franceses; todas estas gestiones obedecen a la
Estrategia de Pedro III, que desea evitar un enfrentamiento directo entre Francia y
Aragón y prefiere que el cambio surja de un complot local contra Carlos de Anjou.
En 1281 todo está listo para la revuelta cuando una maniobra de los Golen
obliga a suspender los movimientos. Carlos de Anjou fuerza en Viterbo la
elección de Simón de Brieu, un Cardenal francés altamente esclarecido sobre los
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