Page 245 - El Misterio de Belicena Villca
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Iniciado en la Sabiduría Hiperbórea: en ese caso su conducta está regida por el
                 Honor y no sólo carece de astucia sino de cualquier otra característica del animal
                 hombre, tal como la cobardía, la maledicencia, la infidelidad, la mentira, la
                 envidia, la calumnia, la insidia, la traición, etc. Mas ¿qué es el Honor del Iniciado
                 Hiperbóreo?: el acto de su Voluntad Graciosa, es decir, el acto de su Espíritu
                 Eterno, que es  pura Gracia. Ninguno de los presentes, por ejemplo, poseía
                 astucia en la personalidad pues el Honor los había guiado a lo largo de sus vidas;
                 y ahora demostraban un acto del Más Alto Honor al luchar con todas sus fuerzas
                 por el triunfo del Pacto de Sangre.
                        Pero los Golen conocían esto y contaban con la ingenuidad de los
                 Iniciados Hiperbóreos para derrotarlos; Ellos, en cambio, eran pura astucia y su
                 principal arma se llamaba  engaño, pálido reflejo del Gran Engaño con que el
                 Dios Uno disfrazó su miserable Creación. De allí que no esperasen jamás una
                 reacción astuta procedente de los Iniciados, a quienes creían siempre dispuestos
                 a ser engañados y traicionados. –“Ya fueron traicionados una vez, al Principio –
                 se burlaban, torciendo la boca– y lo serán siempre. ¡Pretenden ser Gallos, y sólo
                 son estúpidas gallinas de corral! Con su Honor de otro mundo, tarde o temprano
                 nos ofrecerán la espalda; y entonces nuestros puñales de este mundo acabarán
                 con ellos”–. Sin dudas, los Golen cometían un error de apreciación al confiar en
                 el Honor de los Iniciados Hiperbóreos:  según los principios de la guerra,  las
                 creencias del Enemigo son debilidades que pueden ser explotadas en
                 provecho propio. Los Iniciados Hiperbóreos carecían de astucia pero sabían
                 qué era la astucia; y podrían emplearla como arma estratégica para sorprender al
                 Enemigo. He aquí el concepto que se definía en Poitiers: si los Golen creían que
                 sus enemigos actuarían con Honor, y éstos estaban  alertados, entonces los
                 ingenuos serían ellos; luego, podrían ser engañados por medio de la astucia, que
                 Ellos no esperaban, y conducidos a una trampa mortal. Y el Honor de los
                 Iniciados quedaría a salvo porque nada en sus Espíritus cambiaría ni afectaría su
                 orientación estratégica hacia el Origen: en medio de una acción de guerra, los
                 Iniciados habrían jugado con  la ilusión, aparentando ser  lo que no eran; si los
                 Golen, maestros en el arte de manipular la ilusión del Mundo Creado, caían en el
                 simple encantamiento de los Iniciados,  ello sólo se podría calificar como
                 explotación del error del Enemigo, algo perfectamente legítimo de acuerdo a las
                 leyes de guerra.

                        Si los Templarios fuesen atacados desde todos los flancos a la vez, con
                 seguridad se defenderían, con resultados imprevisibles; por el contrario, si el
                 ataque provenía ostensiblemente del campo del Rey de  Francia, mientras que
                 por el lado  del Papa,  en quien deberían confiar, hallaban protección,
                 descuidarían ese costado y serían fatalmente derrotados: la astucia estratégica
                 consistiría en lograr esa confianza en el Papa para que éste los pudiese entregar,
                 desarmados, al Rey de Francia. Con otras palabras, la Estrategia exigiría montar
                 una escena con el suficiente realismo como para engañar a los Golen: al
                 principio, no tendrían que sospechar el argumento de la comedia; luego del
                 desenlace, ello ya no importaría. Los principales actores serían el Papa y el Rey
                 de Francia: el Papa fingiría proceder de buena fe, pero demostraría estar
                 temeroso de las represalias reales; haría promesas y trataría de  ganar la
                 confianza del Enemigo, que lo creería amigo; Felipe el Hermoso, por su parte,
                 representaría al soberano intolerante y ambicioso, procurando atraer sobre sí

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