Page 246 - El Misterio de Belicena Villca
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toda la atención del Enemigo: esto ayudaría al papel de Clemente V. Cuando todo
                 estuvo listo en Poitiers, se levantó el telón y comenzó el primer acto del drama:
                 éste se inició con la publicación de  una Cruzada contra Andrónico Paleólogo,
                 Emperador de Constantinopla, a quien se acusó de mantener el cisma de la
                 Iglesia griega. Desde la caída de San  Juan de Acre, la Orden del Temple se
                 había retirado a Chipre, donde sostenía una guarnición regular, en tanto, que la
                 Orden de los Hospitalarios hacía lo propio en la isla de Rodas. Con el fin de
                 establecer su participación en la Cruzada, Clemente V citó en Francia al Gran
                 Maestre del Temple Jacobo de Molay. Una vez en su presencia, con total
                 ingenuidad, el Papa manifestó su intención de concretar la vieja idea de Gregorio
                 IX de fusionar todas las Ordenes militares: tal idea, por supuesto, causaba horror
                 a los Templarios pues la integración con una Orden exotérica pondría sus
                 secretos al descubierto. Sin sospechar  la celada, el Gran  Maestre intentaría
                 persuadir al Papa sobre  lo inconveniente  de semejante medida: según su
                 impresión, no sería difícil engañar a una mente simple como la de Clemente V.
                        Luego de la demencial caída del Golen Bonifacio VIII, los Golen estaban
                 alertados sobre la ofensiva de los Domini Canis, y sabían a qué atenerse con
                 respecto a la elección de Clemente V. Sin embargo, consideraban a éste sólo un
                 instrumento de Felipe el Hermoso y su  entorno de “hijos de  las tinieblas”: la
                 impresión del Gran Golen Jacobo de Molay lo confirmaba; el Papa era permeable
                 a la influencia afectiva. El Gran Maestre se entretendría, pues, en ganar la
                 amistad del Pontífice, sin  imaginar que en París, Nogaret y Guillermo Imbert
                 preparaban su ruina. Y en pocos meses, Clemente V conseguiría que el Jefe
                 Golen no desconfiase de su buena fe.
                        Enguerrand de Marigny y Guillermo de Nogaret fueron elevados a los dos
                 más importantes puestos de Francia: Coadjutor del Reino y Guarda-sellos del
                 Rey, respectivamente. Con ese poder,  pusieron en práctica una operación
                 secreta que tenía por objetivo la ejecución de una acción simultánea y eficaz en
                 todo el Reino: tal acción se concretó el 13 de Octubre de 1307, cuando todos los
                 Caballeros Templarios de Francia,  incluido su Gran Maestre, fueron
                 detenidos bajo la acusación de herejía. En verdad, los cargos acumulados por
                 Nogaret eran múltiples y variados, pero se hacía hincapié en la herejía para
                 obtener la intervención del  Tribunal de la Inquisición, que en Francia estaba
                 presidido por Guillermo Imbert de París. Pronto se vio el éxito estratégico de los
                 Domini Canis: mientras el Gran Maestre recibía solicitudes de los Caballeros
                 para resistir el arresto, y vacilaba sobre la actitud a asumir, Guillermo de Plasian
                 le entrega un mensaje donde el Papa le garantiza su ayuda y le aconseja que
                 renuncie a defender a la Orden y se someta a su voluntad. Es así como el Gran
                 Maestre ordena rendirse a todos los Caballeros, y él mismo confía en la
                 intervención papal. Además, según creían los Golen, aún poseían bastante peso
                 dentro de la Orden de Predicadores domínicos.
                        Felipe el Hermoso no pierde el tiempo: sin resistencia, sus tropas ocupan
                 todas las propiedades templarias. El terror cunde en la Orden enemiga; cientos
                 de Caballeros y monjes son  encarcelados. Por este firme procedimiento nadie
                 duda de la seriedad de la acusación y pronto se consigue reunir suficientes
                 testigos y pruebas como para asegurar su liquidación. Además de la Inquisición,
                 Felipe el Hermoso convoca a los Concilios provinciales, a la Universidad de París
                 y a los Estados Generales para juzgar a la Orden. De ese modo, al ir emergiendo
                 de las tinieblas de su fundamento diabólico, todo el pueblo de Francia asistiría a

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