Page 247 - El Misterio de Belicena Villca
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la exhibición de la filosofía secreta templaria y conocería sus costumbres
depravadas. Es lo que ocurre durante los tres años de público proceso, cuando el
asombro, la repugnancia, y el horror de los franceses no conocen límites. Pero lo
más asombroso quizá sea que durante ese lapso los Templarios continuasen
creyendo que un acto salvador de parte del Papa los libraría de la condena.
En el proceso se consigue probar que los Templarios profesaban las
siguientes ideas y costumbres: I- los altos dignatarios de la Orden sostenían que
Cristo, al que misteriosamente denominaban Navután, había sido un impostor y
no el Dios verdadero; II- Cristo nunca fue crucificado para la redención del género
humano; III- la cruz no sería, así, el instrumento de su pasión, sino una creación
del propio Cristo Navután, a la que habría llamado Vruna; IV- todos los
Caballeros, cualquiera fuese su grado o condición, debían escupir
periódicamente aquel Símbolo del Mal, a fin de desagraviar al Dios Creador: por
lo tanto, se probó que al menos una vez, todos los Templarios habían escupido el
crucifijo; V- en consecuencia, renegaban de la Virgen Santa; VI- oficiaban la misa
según un canon propio y en una lengua extraña, que después se comprobó era el
hebreo; VII- adoraban un ídolo hermafrodita de espantosas facciones al que se
referían bajo el apodo de Bafomet o Bafoel pero cuyo nombre, que jamás
pronunciaban sin palidecer, era Bera; VIII- pretendían que aquel ídolo
representaba a un Dios más poderoso que Cristo, quien, a diferencia del Mesías,
se manifestaba con mayor frecuencia entre los hombres; IX- afirmaban que ese
abominable Demonio les impuso, desde los días de San Bernardo, la obligación
de practicar la sodomía, vicio al que se habían habituado y constituía una
costumbre natural entre los superiores de la Orden; X- el Gran Maestre, y los
Grandes Priores o Preceptores, realizaban una ceremonia secreta en la que
ofrendaban sacrificios humanos a Bafomet, en especial niños; XI- el Ritual exigía
la incineración de la víctima en un horno dispuesto para tal fin; XII- con las
cenizas calcinadas los Templarios elaboraban una lejía humana, y la
conservaban en secreto como el Bien más preciado; XIII- creían firmemente que
aquella lejía tenía el poder de lavar la unción de los sacramentos cristianos:
según confesaban, mediante dicha lejía habrían anulado los efectos del bautismo
y de la comunión, a los que consideraban “conjuros de la Cruz”, etc.
Desde un principio los Domini Canis decidieron distinguir entre
“Templario” y “Golen”. En la Edad Media era normal que en un juicio por herejía
se absolviese a los acusados que confesaban espontáneamente, se arrepentían,
y aceptaban los sacramentos cristianos; en el proceso a los Templarios tal
posibilidad fue ofrecida reiteradamente y muchos se avinieron a confesar lo que
sabían. Sin embargo, los Domini Canis no estaban dispuestos a permitir que los
Golen pudiesen zafar de la trampa: para Ellos, que jamás habían perdonado, no
habría perdón; sólo a los “Templarios”, es decir, a los Caballeros no iniciados en
el Culto a Bafomet, se les brindaría la oportunidad de salvar la vida a cambio de
su testimonio. Fue así que se consiguió reunir una abrumadora cantidad de
pruebas contra los Golen de la Orden aportadas por sus propios miembros,
herejes confesos y arrepentidos. Y entonces el proceso se tornó irreversible,
pues ni el Papa ni nadie podrían salvar a la Orden una vez que el pueblo y la
Iglesia tomaran conocimiento de sus herejías y aberraciones: la Estrategia de
Felipe el Hermoso y el Circulus Domini Canis había triunfado, ahora
definitivamente, sobre los planes de la Fraternidad Blanca; los Golen no
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